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Los ingenieros también se caen del caballo

A los ingenieros del Ayuntamiento se les encabritan los caballos de vez en cuando y se convierten a la religión verdadera. No es que hayan visto a Dios, como San Pablo, sino al partido que manda. Ahí están los informes del ingeniero de montes que un día dijo negro y al mes siguiente dijo blanco sobre la presa del río Eliche. El primer informe lo hizo por encargo del concejal de Medio Ambiente, José Luis Cano. El teniente de alcalde es lo que se ha dado en llamar político sandía: verde por fuera y rojo por dentro. El informe que él envió a Confederación decía que la presa no se podía hacer sin causar daños “irreversibles” a la naturaleza.

Un mes mas tarde, al mismo ingeniero de montes le cercó una luz fulgurante venida del cielo, cayó al suelo y escuchó una voz que le decía: “¿Por qué me persigues?”. Cuando comprendió que había escuchado la voz del Régimen le metió la motosierra a su informe y le salió que la presa era posible, según comunicó la alcaldesa Peñalver a Confederación. La prueba de que se produjo un milagro es que nadie se ha molestado en dar una explicación racional a semejante conversión. Como donde manda patrón no manda marinero, el informe de la regidora “anula los anteriores”.

No es la primera vez que ocurre. Con el Arche sucedió otro tanto. Aún mandaba el PP y los servicios técnicos municipales decían que el parque estaba listo para cortarle la cinta y ser utilizado como propaganda electoral justo antes de las últimas elecciones. Apenas ganó el PSOE, los mismos servicios técnicos se arrojaron rápido del caballo para decir que el parque estaba hecho unos zorros y que abrirlo era peligro de muerte.

Todavía me viene a la memoria otro caso curioso con técnicos muncipales de por medio, aunque en esta ocasión era un arquitecto: pidió una excedencia y se hizo un sobre-ático ilegal (según sentencia del TSJA) encima de un ático que le había vendido a una pareja de ingenieros (para más inri) en un bloque levantado por una empresa de su familia con proyecto de obras firmado por él mismo. Luego, cuando los ingenieros de la administración pública que tuvieron que pronunciarse sobre cómo demoler el ático ilegal de aquel arquitecto municipal escucharon la misma voz (“¿por qué me persigues?”) y dijeron que no había forma humana de tirarlo. Y ahí sigue, por la gracia de Dios y con una sentencia firme de los tribunales de Justicia de los hombres durmiendo el sueño de los justos.

Y es que veces los ingenieros y los arquitectos también se caen del caballo. Menudos costalazos dan.

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A bocajarro. A la distancia justa donde salpican las tripas de la noticia cuando estalla.

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