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El tal Eloy

Nono el mallarín y su primo Antonio explicaron ayer por qué se dieron a la fuga tras la muerte de El Houcine el 28 de agosto de 2008 en Linares. Tardaron muchos meses en echarles mano, y la Policía de Jaén tuvo que llamar a agentes de operaciones especiales para sacarlos de sus escondrijos en El Cerro. Ya conté cómo cogieron al Nono. Por el rabo. Ahora hay nuevas claves sobre por qué estuvieron fugados: se lo recomendó un tal Eloy, que convenció a sus familias de que era un tipo con buenos contactos en Madrid y el único que podía evitarles “un gran peligro”. El tío trincó la pasta y nunca más se supo de él. Sólo que dijo llamarse Eloy. Nono y Antonio lo usaron ayer a modo de coartada, pero tendría narices que alguien le echase valor para timar de esa forma a los mallarines.

La historia me recuerda a una que me contó recientemente un magistrado sobre los juzgados de una gran ciudad. Por allí rondan unos personajes a los que llaman cuervos. Timadores profesionales. Le echan el ojo a familias que esperan a que un juez decida si manda o no a la cárcel a un familiar. Indagan en el juzgado, y si se enteran de que se va a decretar la puesta en libertad, se presentan a la familia y le dicen que tienen mano dentro y que puede sacarlo. Aunque claro, un buen fajo haría más fáciles las cosas. Dicen que hay incautos que pican. La duda es si Eloy es un fantasma o un artista.

A bocajarro. A la distancia justa donde salpican las tripas de la noticia cuando estalla.

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marzo 2010
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