Ayer, cuando apagué el ordenador de la redacción después de dos paginones sobre ‘la fusión’, me hice el propósito de escribir un post más liviano. Pero también les confieso que esta mañana, después de escuchar el primer debate como dios manda en las Cortes desde que la economía entró en estado comatoso, he estado tentado de corregir mi idea inicial y de hablarles del particular. No lo voy a hacer. Prefiero esperar unos días para evitar todas las lindezas que se me ocurren sobre los políticos que nos han tocado en suerte -les recuerdo que, según el CIS, estos señores son la tercera preocupación para los españoles- y sobre la vergonzante preponderancia de los intereses de partido sobre el interés general. Tan sólo los toques de atención de Merkel, Sarkozy y Obama han propiciado la adopción de las medidas severas que require una de las crisis más severas que se recuerdan.

Pero bueno, dejémoslo para más adelante. Como bien sabrán, este fin de semana comienza la liguilla de ascenso a la segunda división. El Jaén la afronta con ánimos renovados tras la desilusión de la última intentona. En esto del balompié es fácil que se desaten las euforias, pero creo que lo más recomendable es ser cauto, que por algo la experiencia es un grado. Más allá de los éxitos deportivos, el que el Jaén ascienda tendría una repercusión muy positiva para la ciudad. Los empresarios han hecho cuentas y estiman que un año se podrían generar unos ingresos de 600.000 euros, un balón de oxígeno para el sector de los servicios, que vuelve a estar en la cuerda floja con la previsible caída del consumo inherente a la subida del IVA, los recortes salariales de los funcionarios y la congelación de las pensiones -joder, no hay manera de abstraerse de la actualidad-.

Los acontecimientos han demostrado que aquel mensaje que asimilaba crisis a época de oportunidades es una auténtica chorrada. Y no les hablo precisamente de los especuladores y gestores de los fondos de inversión. Me refiero, por ejemplo, a la realidad de una provincia como Jaén. Pues bien, ahora se presenta una de esas contadas oportunidades. Por eso, al esfuerzo de los jugadores en la cancha, hay que sumar un esfuerzo colectivo que facilite la consecución del ansiado objetivo. Ojo, que nadie me malinterprete, que no estoy hablando de subvenciones ni nada de eso, sino de la máxima implicación -si se quiere puntual- de administraciones, empresas y ciudadanos para que el Jaén promocione y esos 600.000 euros se queden en casa.