Este caló con tilde en la ‘o’ me ha cogido con los pantalones bajados -cosa que no suelo hacer sin mirar por el espejo retrovisor-, sin el ventilador que me regaló Victoria Fernández, que es como si aquel día me hubiera obsequiado con un diamante, que aunque no me sacó de pobre me alivió los sofocos. Somos incapaces de interpretar las noticias que nos vienen en cascada. Que Granada celebre a mamporrazos la victoria del Barcelona es un derroche de catetismo. Ya no sólo vamos a tener que acondicionar el ‘corrá’ del Rasillo para los botellones juveniles, también para que se celebren las victorias futbolísticas de ‘pan y circo’. Yo pido una ley ‘antiforofos’, que no permita festejar triunfos balompédicos en la vía pública salvo excepciones puntuales, como puede ser el caso del Granada -cualquiera de ellos- y el Betis. Tampoco entiendo en qué se diferencia un ‘botellódromo’ -como se supone que quiere Torres Hurtado- de un ‘lugar adecuado’ para el consumo de alcohol -como dice la Junta-, será porque para mí cualquier espacio es idóneo para empinar el codo con moderación, por eso no cuentan conmigo para ningún foro o seminario. Y sobre todo no entendemos cuánto se va a tardar en llegar a Madrid en 2007 cuando esté listo el Talgo y el intercambiador de Bobadilla, que es el aparato que han colocado en la provincia de Málaga para que redima los trenes tercermundistas que llegan de Granada y los intercambie con los modernos relámpagos de la provincia vecina -ya estamos intoxicando con el agravio comparativo, pues que se fastidien-. No sabemos si el tren va a tardar tres hora y media “aproximadamente”, como dice el PSOE; cuatro horas y media, como dijo ayer un alto cargo de Renfe en el Senado; si la diferencia espacial de ‘aproximadamente’ son sesenta minutos; o si sencillamente nos están tomando el pelo.