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Cogidos por el rabo

El joven de la foto es Sebastián el pikiki, que espera el fallo del jurado sobre su supuesta implicación en la muerte a tiros de un mallarín en febrero de 2006. Su abogado, Manuel Gutiérrez, ha planteado una buena defensa para sembrar dudas sobre su participación en el tiroteo. Difícil la decisión de los ocho hombres y una mujer sobre su culpabilidad o inocencia. Tras el tiroteo del Madroñal, Sebastián desapareció. Su padre y su hermano Tatín se entregaron. A él lo cogieron más de un año después en Puerto de Santa María, donde se hacía llamar Pedro. ¿Cómo lo trincaron? Por el rabo.

Sebastián entabló en el Puerto una relación con una mujer. La moza tenía pareja. El marido andaba escamado por el picor en las sienes y su dificultad para atravesar puertas sin topar por arriba. Así que puso una cámara de vigilancia en casa. Lo que vio en la grabación le puso los pelos como escarpias: Un fulano entraba en su casa, le echaba mano a su mujer como si tal cosa (y sin que ella pusiera objeción alguna), se metía la mano por los pantalones, sacaba un pistolón, (de los disparan balas), lo ponía encima de la mesa y le decía a la jaca: “Por si viene tu marido”. Con las mismas el hombre llevó la grabación a la Policía, que cruzó datos y descubrió que el fulano era Sebastián, sobre el que pesaba una orden de búsqueda y captura por un delito de sangre. Y acabó ante la Justicia, como muestra la foto de arriba, de Francis J. Cano.

Lo curioso es que en la familia rival de los pikikis hay otro caso similar. El de Nono el mallarín. Antonio M.C., de 28 años. Está actualmente en prisión, a la espera de juicio por la muerte a tiros del portero de una caseta de la feria de Linares en 2008. A éste lo cogieron meses después de los tiros cuando se escondía en la casa de un pariente, cerca del barrio del Cerro, en Linares. ¿Cómo lo trincaron? Por el rabo.

La policía montó un dispositivo especial para entrar en la casa. Trajeron expresamente a seis GOES, especialistas en situaciones de riesgo. Tipos musculosos y entrenados para tirar un muro de un escupitajo. No era para menos, pues el tal Nono es un hombre de gatillo fácil, muy peligroso. Esperaron al amanecer pues sabían que en esa casa era costumbre trasnochar. Echaron abajo la puerta, entraron a saco y llegaron hasta el dormitorio. Allí se encontraron al Nono y a su pariente en plena fiesta con una moza, con menos escapatoria que Mimosín en una cama de velcro, pues todos sus sentidos estaban en la popa que embestía. Le cortaron el rollo bien cortado, según han precisado quienes participaron en la operación. Cuentan que hubo que ponerle unos pantalones antes de presentarlo al equipo judicial que dirigía el registro de la casa.

La fotografía es de febrero de este año, cuando Nono compareció ante el juez Calderón,acusado de dirigir el apedreamiento de la Policía en una redada en el Cerro en 2007. Recusó a su abogado. El juez FRaúl Calderón le echó la bronca por no haberlo hecho antes. “Es que estaba muy liado”, respondió el Nono. Vamos, que ese día no tenía el rabo para fiestas con jueces, por muy jueces calderones que sean.

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A bocajarro. A la distancia justa donde salpican las tripas de la noticia cuando estalla.

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