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Salerosos

A los hombres del camión de la sal los fotografió el viernes Celia Mondéjar mientras trabajaban en las faldas del castillo. Vaya la que les ha caído a los hombres del camión de la sal. Y a los hombres de las máquinas quitanieves. Y a los de limpiar cunetas. Los de la Diputación, me aseguran, llevan sin tomarse un día de descanso desde el 13 de diciembre. Ni Navidad ni Año Nuevo ni Reyes. A limpiar carreteras. A calzón quitado. Que si el barro por aquí, que si quítame allá unas piedras de la carretera, que si se inundan los pueblos, que si ahora nieva. El viernes mismo, una quitanieves del Ayuntamiento de Santiago Pontones -donde más saben de nieve del mundo después de Siberia, claro- se hincó en una cuneta, y por pocas si se descalabra el quitanievero. Y en estas llega Armijo, el pepero.

Qué cosas tiene el Armijo. Cómo se le ocurre. Mira que criticar que centenares de conductores quedasen atrapados en la A-316 porque había placas de hielo y que la cuesta del Regordillo pareciera la curva del Látigo, la que ponían en la feria de mi pueblo todos los años, de los bandazos que daban los coches en la helada antes de atravesarse. Armijo, qué pillo, además de poner a parir a la Junta, mandó una foto con los coches atrapados en la autovía. Ésta misma foto:

Cuentan que la cola llegaba desde Torredelcampo hasta Martos, que no es poca cola. Y hay constancia de que el cabreo de muchos conductores fue monumental. Que quede claro que siempre me ha parecido ventajista la crítica política cuando hay fuerzas de la naturaleza desatadas de por medio. Pero está más que visto: es lo que hay. Lo que es incontestable es que hubo un monumental atasco, que se tardaron horas en desbloquear la calzada y que hasta ahora nadie ha dicho esta boca es mía. Salvo Armijo, claro. Que cada palo aguante su vela. Que hubieran sido más salerosos y hubieran evitado el hielo y el atasco. O que sean más salerosos para dar una explicación.

No hubiera perdido nada Valdivielso explicando el mismo día del atasco que había cuatro quitanieves, cuatro camiones echando más de 50 toneladas de sal y 55 personas dejándose el alma para mantener esa carretera abierta, pero que cuando llegó la hora punta de las ocho de la mañana los camiones no pudieron trabajar y se produjo el guirigay. Algo así, que tranquilice a la gente. Me extraña que no saliese ayer mismo Valdivielso a dar explicaciones. Porque él sí que es saleroso.

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A bocajarro. A la distancia justa donde salpican las tripas de la noticia cuando estalla.

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