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Nadie llora ante el nicho 61

Sacaron el cadáver del congelador del Instituto de Medicina Legal el 30 de julio de 2008, cinco meses después de encontar en cuerpo semidesnudo, tirado en un olivar del Puente del Obispo. Hacía mucho calor. Ese día la provincia estaba en alerta naranja por las altas temperaturas. Los enterradoresy un funcionario del juzgado fueron los únicos testigos en el patio cinco del cementerio baezano, sudando la gota gorda. Eligieron el nicho: fila 4, nicho 61. Cuando cerraron la tumba, sobre el cemento aún fresco, dibujaron una cruz y escribieron ‘Expediente 379/2008’, y la fecha. Es todo lo que se sabe de la mujer de la fotografía de arriba. La joven del olivar. La tumba sin nombre. Hay restos de ADN guardados por si alguien reclama el cuerpo poder cotejarlos y confirmar la identidad. Y una historia alucinante que la Justicia ha dado por buena para explicar cómo murió y por qué no fue un crimen, tal y como se pensó en principio: se asfixió al comer tierra por padeder una enfermedad, el Síndrome Pica. Ya se sabe cómo murió. Pero quién es la joven del nicho 61 sigue siendo un misterio. Aún nadie llora ante el nicho 61.

A bocajarro. A la distancia justa donde salpican las tripas de la noticia cuando estalla.

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febrero 2010
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