Luis Carlos Valero, el último francotirador, pide que el Ejército meta los pinreles en el barro y acuda a ayudar a los damnificados por las riadas. ¡A mi la legión!, claman los hombres del campo. Acuden estos días los políticos con sus botas katiuskas a dar abrazos a los agricultores y a los pobreticos a los que se les ha inundado la casa. A prometerles que les ayudarán en la medida de lo posible, que es como decir que se las apañen. No se conoce el caso de que alguno haya acudido a pedirles perdón porque la administración que representa no haya demolido aún la presa de Marmolejo, por no haber sido diligentes para hacer obras de prevención contra las avenidas de agua que se le prometieron ya al abuelo de Matusalén, o por no haber vigilado con celo las construcciones ilegales que taponan los cauces, que es lo que deben hacer los políticos además de darles abrazos a los damnificados de las riadas y prometerles que les ayudarán en la medida de lo posible.