Estruendo en el Paseo de la Estación pasadas las once y media de la noche. En la calle, a pesar de las horas intempestivas, pasaba algo tal que así:
El estruendo se mantuvo hasta pasada la medianoche. Más aún:a la una de la madrugada la taladradora seguía rugiendo. Doy fe. Para una vecindad bastante harta de las obras del tranvía, una noche así es la guinda. Sobre todo si por la mañana ha tenido que ver imágenes como ésta:
El autobusico de Castillo dijo de no andar un metro más a las diez de la mañana. Cerca de las once aún seguían empleados en él, aunque cada vez que lo intentaban arrancar sólo le sacaban de las entrañas un humo negro y pestilente. Qué cosas tienen los autobuses de Castillo. Parece que los compran de un catálogo de realismo mágico. Es como si tuvieran progeria, la enfermedad de los ‘niños viejos’, pues por más que nos cuenten que son muy nuevos no paran de salirles achaques a los pobreticos. A lo que iba: que el autobús se averió y dejó cortado un carril del Paseo de la Estación entre la vieja cárcel y el Condestable. El 50% de la capacidad de la vía se fue al garete. Del atasco se pasó al atascazo, al macroatasco y al megamacroatasco. En todo el centro, que son las cosas que tiene el circuito. Los conductores acogieron el corte con división de opiniones: unos mentaban al padre del responsable y otros a la madre. Y todos hacían sonar el claxon como si les fuera la vida en ello. Cosas que tiene una ciudad en obras.