Gaspar Zarrías se inspiró para su discurso de despedida en un viejo secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) recreado en una novela de Frederic Forsyth (La alternativa del diablo). Se lo aconsejó Pepote (Rodríguez de la Borbolla). Zarrías acabó el día cantando la internacional puño en alto no sin antes esgrimir como arma política a los represaliados tras la guerra civil. Tics de viejo rojo irredento despojado del disfraz institucional, sin duda. Camarada Gasparov.

Más sorprendente fue que el secretario de Organización del PSOE andaluz, Rafael Velasco, a sus 36 años esgrima el argumento de que el PP “no se detendrá ante nada para recuperar lo que tuvieron durante cuarenta años”. Apañados estamos con la savia nueva.

Reyes se la juega con la Férriz. Apuesta clarísima por que “la Mariquilla” (así la llamó Zarrías) volverá a ser alcaldesa de La Carolina. Igual que con José Manuel Martínez, desbancado en Jabalquinto. La Peñalver tenía cosas mejores que hacer el sábado que chuparse el tostón de congreso, como casar a un funcionario del Ayuntamiento.

En el turno de intervenciones, se escuchó la voz de Juan Fernández. Capitán Fernández. El único orador que no dio vaselina. “Un verso libre”, dicen veteranos socialistas, pues a estas alturas es el único al que se le permite un discurso crítico. Cosas del Fernández, se resignan. Necesario, creo yo. Más en un congreso en que todo fue unánime (cuatro votos en blanco de casi 300 sufragios son anécdota). El régimen, sin fisuras. Los fochistas, en el gulaj. El congreso, como les gusta a los jerarcas, a los viejos camaradas: a la búlgara. Y lo dicho, final feliz entonando la internacional.