La historia de Sheila, de 19 años, es la misma de muchas mujeres que acaban en el cementerio, muertas a manos de sus ex parejas al grito de ‘mía o de nadie’. Una relación prácticamente de adolescentes, un hijo que tiene ahora un par de años, una ruptura difícil, denuncias, paso por los juzgados, orden de alejamiento. Estaba empezando de nuevo. Con un chico cinco años mayor que ella, con un trabajo en la cocina de un hotel. Su novio, marroquí, ya había salido antes en los medios de comunicación: en el último sorteo de Navidad le tocó un pellizco (me dicen que unos 2.500 euros). Una parte del premio fue a su familia en Marruecos. “Siempre les manda algo de ayuda”, me cuenta una persona de su entorno.
Ayer por la tarde Francis irrumpió otra vez en su vida. A tiros. La joven está en el hospital. Me cuentan que la van a operar esta mañana para sacarle una bala de la mandíbula. Tiene suerte de poder contarlo. La muerte la ha rondado muy de cerca.
Francis intentó poner tierra de por medio después de pegar los tiros. Debía de saber que había hecho sangre. Al morito que ahora sale con ‘su’ Sheila le dio en el brazo. A ella, en la cabeza. En su huida, en un coche granate, soltó lastre: un amigo que conducía se entregó poco después de los tiros. A él lo cogieron cuatro horas después en Fuensanta de Martos. Tampoco es que consiguiese ir muy lejos. El arma ya está en manos de la Guardia Civil. Otro éxito de la teniente que dirigió la investigación, jefa de la Guardia Civil en la Campiña. Francis, de poco más de veinte años, es lo que coloquialmente se considera un prenda. ¿Ha ido demasiado lejos? Lo tienen bien cogido por dos tentativas de homicidio. Con un abogado medianejo y a poco que ponga de su parte, sale con una condena de diez o doce años. Con treinta y pocos.
Lo comentaba cuando repasaba anteayer los últimos sucesos relacionados con el campo: cómo se mata (también cómo se intenta matar, afortunadamente para Sheila) dice mucho de la sociedad en la que nos movemos. Una cultura de machos engallados por el honor, por la honra, por los celos. Mía o de nadie.