Cuenta el párroco de Belén y San Roque que las setenta personas que se sientan a cenar en el comedor de la parroquia entran y salen en un santiamén. “Con hambre se come muy deprisa”, sentencia. El hambre y las prisas. Voluntarios de Cáritas han detectado ya que hay treinta personas durmiendo en las calles de Jaén. Han pasado tres noches en el albergue, y ahora sólo les queda la calle. Y la cena de San Roque.

El que a estas alturas de octubre haya ya grupos de inmigrantes en la calle en Jaén es sintomático de que se avecina. “Puede ser espantoso”, me ha llegado a confesar el presidente de Cáritas, Rafael López Sidro. En el mejor de los casos queda un mes para que salgan las cuadrillas al campo, y no se habrá generalizado la campaña antes de mes y medio. Queda demasiado.

El hombre que duerme tras las mantas llegó a Jaén hace ya más de una semana. Lleva doce años en España, y aquí se ha sacado el carné de conducir. Lleva meses sin trabajar. Esperará aquí a la aceituna. “No hay nada en ningún sitio. ¿Dónde voy a estar mejor”, argumenta. Tras tres noches en el albergue ha pasado varias madrugadas en el pasaje Tolosa. Esta noche los vecinos ya no le han permitido entrar. Ni a él ni a media docena de personas que habían encontrado alli donde guarecerse últimamente. En Cáritas confirman que la cosa va más. Hoy aún habrá quiene intente negar la realidad, amparándose en que quieren evitar el efecto llamada. ¿Podrán hacerlo mañana? ¿Y pasado? El hambre siempre será más rápida. Más tenaz. Más tozuda.