Tras la jornada electoral, el interés mediático y ciudadano por las acampadas del 15M se ha desinflado como por encantamiento. Ya no ocupan las portadas, ya no rabian las redes sociales (apenas hay medio centenar de referencias a la acampada de Jaén en las últimas horas).
Las promesas de amor eterno e ilusión de quienes se arrimaron al 15M calor de la novedad y del desencanto de una izquierda arrasada, temerosa por la derrota que se le venía encima, sin líderes ni proyectos, se han roto. Los que intentaron manipular a los acampados en provecho propio bastante tienen con lo suyo. Hoy ya no se habla de derechos, utopías y revoluciones a la española, sino de primarias, elecciones anticipadas y nuevos alcaldes peperos. Y de qué coño va a pasar con el tranvía, por supuesto. Pero ahí siguen, irreductibles, los últimos del campamento.
Anoche había treinta o cuarenta personas a las once en una asamblea. Si se ha criticado tan duramente a los políticos por estar alejados de la calle, ayer en la media hora que pasé sentado con los acampados me sentí como si me hubieran dejado tirado en Marte. Será que lo asambleario me confunde, y que soy más de elecciones libres. Os dejo algunas imágenes que grabé.