María Dolores se bajó el domingo llorando de las andas. Se puede ver en el fotón de Francis J. Cano que ilustra la crónica principal de la Romería de este año. La historia es bonita: la niña nació con un kilo y medio de peso. Un milagro. Tenía tres meses cuando su padre cumplió con una promesa, hecha seguramente en una noche sin dormir y con el alma el vilo. Así que el último domingo de abril Manuel Toribio subió al Cerro y lanzó a su niña a los brazos de la Virgen. Lo hizo también el año pasado. Y este año, no podía faltar a su cita con la Morenita, pese a la lluvia. Si otros años su Manu habia buscado un punto tranquilo del itinerario para subir a su niña (la zona de las casas de hermandad) este domingo se plantó en el arco de la plaza, seguramente el punto más caliente, con las andas bajando lanzadas por la calzada resbaladiza, las pulsaciones a mil y las emociones a flor de piel. Para la niña era su tercera vez en el aire, en los brazos de la Morenita.
No puedo evitar que se me pongan los pelos de punta cuando veo como izan a niños pequeños hasta las andas de la Virgen de la Cabeza, un barco a la deriva entre un mar de cabezas que los anderos apenas si pueden gobernar. Siempre me he preguntado qué lleva a un padre a hacer éso. Detrás suele haber historias como la de María Dolores. Y mucha devoción mamada desde pequeño. El niño de la portada, por cierto, se llama Rubén y es de Alcalá la Real.