La defensa de Francisco R.R. tuvo ayer un macabro lapsus lingüístico mientras interrogaba a su patrocinado, acusado de quemar vivo en 2008 a Salvador Frías, lindero con quien mantenía pleitos desde hacía cinco años en Torreperogil. Le pidió que describiese a la víctima. Quiso preguntarle si era un hombre de complexión recia. Pero preguntó, literalmente, si era alguien de “combustión recia”. Después de escuchar a los forenses, la expresión pone los pelos de punta. “Llegó vivo a la hoguera”, han explicado al jurado que debe decidir sobre la culpabilidad o inocencia de Francisco.
El forense José Luis Carnero, del Instituto de Medicina Legal, ha aclarado las causas de la muerte. No fue una muerte por asfixia. No sólo éso, al menos. Las llamas lo abrasaron mientras aún tenía signos de vitalidad en el organismo. La defensa contaba con el testimonio de expertos de Toxicología de Sevilla para demostrar que ya estaba muerto cuando Francisco lo roció con gasolina. Pero no han declarado, no se sabe si porque no estaban correctamente citados o porque se ha llamado a otros peritos que no podían responder a esa cuestión. Así que sólo queda la descripción terrible que hizo ante el jurado el forense Carnero. El vientre carbonizado, las vísceras medio destruidas al aire, signos inequívocos de asfixia en traquea y pulmones de un hombre que aún respiraba mientras ardía. La física y la química derivadas de cinco litros de gasolina vertidos sobre un hombre semi inconsciente por un escardillazo en la cabeza que lo aturdió, pero que no lo mató. Lo que lo mató fueron el humo y las llamas. Combinados. En el vídeo, el forense en un momento de su declaración, peritos de la Guardia Civil por vídeoconferencia y salida del acusado de la sala.