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El brujo Kalifa

“La consulta son 30 euros. Después, si hay que hacer un trabajo, ya veremos”. El profesor Kalifa al aparato. Es el hombre de moda en Jaén, más todavia que Felipe López, después de que en lo últimos días no haya dejado coche sin su tarjeta en el parabrisas, ni buzón sin su propaganda. “Si quieres venir tienes que concertar cita, hay mucha gente que está viniendo”, me dice. Qué tío, el profesor Kalifa.

“Vidente, medium, curandero, especialista en los problemas del amor. Poderoso mago con más de 30 años de experiencia en todos los campos de la alta magia, heredado de sus antepasados. Viene de la nación más conocedora del budú en el desierto africano, ha resuelto miles de casos difíciles en todo el mundo”. El brujo Kalifa vale lo mismo para un roto que para un descosío: “Trabajo, suerte, amor, salud, adelgazar, impotencia sexual, protección de la familia, atracción de clientes a los negocios, protección contra todo tipo de males”. Un tío con recursos: “Tiene los espíritus mágicos más rápidos que existen en toda clase de magia espiritual y poderosa”. ¿Qué no le viene bien acercarse a la calle Bilbao, en el barrio de Peñamefécit, donde el brujo Kalifa practica su magia? “También acepto trabajo por correspondencia”.

Cucha tú el brujo Kalifa, qué bueno es, repartiendo sus dones por el mundo por el módico precio de 30 euros. El año que viene, que le den una bandera de la Junta el 28-F, por buena persona, y que le pongan una paguilla, que ya es mérito para una persona con sus poderes que ande por Peñamefécit trabajando, en vez de estar forrado y ricachón, haciendo vudú sólo por fardar, y no para comer.

La publicidad del brujo Kalifa y sus magias me trae a la memoria un par de historias policiales (de los tiempos del comisario Justo Aguilera, si no me equivoco) en las que videntes de habilidades similiares cometieron estafas sonadas, con algunos miles de euros de por medio. Personas especialmente necesitadas que pusieron una buena cantidad de dinero en manos de videntes africanos o brasileños que la única magia que hicieron fue desaparecer, dejándolos con su problema intacto pero sin un euro en el banco. En uno de los casos, incluso, hubo agentes de policía que visitaron a los videntes (piso céntrico, alquiler por adelantado pagado a tocateja) como si fueran clientes, para ir recabando información, y los tenían ya casi cogidos cuando debieron de olerse algo y pusieron tierra de por medio.

Seguramente el brujo Kalifa sea un tío extraordinario con grandes poderes, o puede que se haya quedado jornalero de la magia de tres al cuarto pero honrado a carta cabal. Pero a mi todas estas historias de videntes me suenan a engañifas que escarban en la desesperanza de la gente. En sus miserias más íntimas, hasta el punto de llegar por el corazón o la bragueta hasta el bolsillo. Más que brujería, picaresca de la de toda la vida.

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A bocajarro. A la distancia justa donde salpican las tripas de la noticia cuando estalla.

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