Acabaron los días de vino y rosas en Fitur. A Madrid se va este año con el puño cerrado. Lo justo para no aparentar miserias. En Fitur ya ni se folletinea. Las cifras cantan. De 45.000 folletos que llegó a llevar Diputación al evento en 2004 nos hemos quedado en 18.000 este año. Ilustrativo. Me cuenta Paco Reyes que cuando él se estrenó de diputado de turismo, allá por el 95 ó 96, disponía de cierta holgura, pero que un par de años antes, cuando todo era nuevo en lo de la promoción turística, habían llevado hasta fotocopias. No llegaremos a tanto, pero hoy se respira austeridad. A la hora de comer es un lujo sentarse a menú (menos de 20 euros). La barra de la cafetería se harta de servir bocadillos.Quien busque un canapé por las inmediaciones del stand de Jaén va apañado. Todo lo más, y si se anda listo, puede meter mano en un pionono en la vecina Granada. Ni rastro de aquellas maravillosas degustaciones. Y muchos van y vienen en el día, que la noche de hotel en estas fechas en Madrid vale un potosí.

El sector turístico en Jaén llega a Fitur en los puros huesos. Harto de fatigas y de vivir del aire, de promesas y expectativas que nunca se han cumplido. De humo. Este año hay más mesura. Ayer, por no haber, no había casi ni políticos más allá de los que tenían que estar en función de la programación del día. Griñán, cuando hizo el paseíllo tuvo tiempo para ir charlando con la concurrencia, y formó corro con Marcelino y Leocadio (el Zipi y Zape de las ciudades patrimonio), Maria Agustias Velasco, María del Mar Shaw y Moisés Muñoz (pedazo de anfitrión, por cierto). No había mucho más ayer en el stand de Jaén. Nadie de la Junta (desembarcan hoy).

Se acabó la romería gran escala a cuenta del contribuyente. Tal y como están las cosas entre políticos y funcionarios, el que se deslice corre el riesgo de ver sus facturas de gastos publicadas.

Estamos austeros hasta para poner olivos. Quién nos lo iba a decir, aceituneros altivos. Otros años se ha puesto una oliva que hacía falta una buena vibradora para varearla. Este año, hay una estaquilla. Es el Fitur de los pobres.