Cada día me asombro de lo que hace la gente para vivir sin doblar el espinazo. Lo último, lo de la ropa impregnada en cocaína que le enviaban desde Argentina y Perú a un jienense. La Policía Judicial aún no sabe ni cuanta droga iba en los paquetes. Se lo dirán los científicos de un labororio de Málaga, donde van a hacer la ‘colada’. Se necesita un complejo procedimiento químico para recuperar la cocaína pegada a los tejidos. Se ve que el dinero que da el negocio de la droga compensa tanto esfuerzo. Más aún cuando los jueces están por la labor: al receptor de los paquetes cargaditos de droga lo han dejado en lilbertad bajo fianza de 6.000 euros, en contra del criterio del Fiscal, que quería que lo enchiquerasen.
Me causa más perplejidad la situación que se vivió el lunes en el Penal 1. Juzgaban a Aarom, un gitano que atropelló a un hombre que hacía deporte por la calle. Aarom jamás había pisado una autoescuela, ni tenía carné, y además iba borracho. El porrazo fue fuerte. La vida del deportista estuvo en grave peligro. Le han quedado secuelas. Pero en el juicio él parecía el acusado y Aarom uno que pasaba por allí. Por arte de birbibirloque jurídico y gracias al Código Penal antiguo sólo tendrá que pagar 2.160 euros, y queda limpio como una patena.
Pero lo que pasase con Aarom, el delincuente en esta historia, no le importaba a casi nadie. Había cosas más importantes en juego que la suerte de un conductor borrachín y sin carné: nada menos que 165.000 euros de indemnización que reclama el deportista tres años después del accidente. Y todos los allí presentes, menos el deportista, coincidían en que, a la hora de pedir, se le había ido la mano. El seguro le puso un detective que lo cogió subiendo en bici a la Virgen de la Cabeza. Así que parece complicado que le den la talegada que reclama. Más bien parece que se quedará con unos 30.000 euros. Pero allí en el juicio pareció que él era el malo de la película, cuando en realidad es el principal perjudicado. Lo de las fotos lo dejó como a Cagancho en Ibros.