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Los pícaros nos comen

Ahora resulta que el cirujano que metió mano en las carnes morenas de Cayetano en la plaza de Baeza este verano ni era cirujano ni era ná. Médico pelao, si acaso. Pero muy pillo, eso sí. Un pícaro al frente de una cuadrilla de pícaros, falsos anestesitas y ateeses con antecentes por intrusismo. La  Guardia Civil los enchiqueró por pillos. Cayetano toreaba de capote a su primero cuando el toro lo prendió, lo revolcó y lo enpitonó, como captó Enrique en la foto de arriba. El parte médico hablaba de una «contusión torácico-abdominal sin fracturas costales, una herida inciso contusa en el escroto que afecta a la piel y otra herida inciso contusa en la mejilla derecha, que necesitaron de varios puntos de sutura». Vamos, que no es plato de gusto saber que te ha andado hurgando aquí y allá un tío sin la cualificación necesaria para tocar lo que tocó. Todo por la pasta. El muy pillo.

Este año ya tenemos timo de la lotería. Un par de pícaros se recorrían las administraciones de la Loma (y de cinco provincias más) dando sablazos a los loteros: se llevaban la lotería diciendo que eran de una peña del Barça. Los loteros están aún esperando que vaya Messi a pagarles. A ver la Guardia Civil lo que opina, porque ya ha detenido a los prendas.

En Granada aparecían desde hace meses falsificaciones de cuadros del pintor jienense Manuel Ángeles Ortiz. En junio salieron tres, colgados ni más ni menos que en las paredes del Parador de San Francisco en Granada. Y había más en tiendas de arte y anticuarios. Ahora resulta que había cuatro falsificadores profesionales poniéndose las botas, hasta que metió baza en el asunto la Benemérita.

José T.G., conocido empresario de Bailén, ha sido condenado por fingir que habían entrado en su empresa y la habían saqueado: un botín de 42.000 euros que el empresario echaba en falta, según puso en su denuncia. Luego se vio que ni había robo ni había botín ni había nada de nada. Lo que había era mucha picaresca: se había inventado el robo para engañar al seguro. Un engaño de 42.000 euros, nada menos. No le va a salir muy caro, pues la Justicia lo condena con una multa de 540 euros. A ese precio habrá quien piense que merece la pena intentarlo. O se pone remedio o los pícaros nos comen.

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A bocajarro. A la distancia justa donde salpican las tripas de la noticia cuando estalla.

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