El teleférico se elevaba sobre las tumbas del cementerio de Eyup hacia el café de Pierre Loti, donde Estambul regala al viajero uno de los atardeceres más bellos del mundo, cuando Yusuf habló de que tenía intención de “volver” a España. Fue hace ya varios años, pero recuerdo que usó esa palabra. “Volver”. Curioso, porque poco antes me había dicho que no había estado nunca en España. Yussuf se gana la vida como guía turístico en Estambul. Hace cinco siglos, sus antepasados vivían en España. En Andalucía. Creo que dijo en Málaga. Pero ascendiendo por su árbol genealógico, había algún Ben Saprut (posible familiar del Príncipe de los Judíos, personaje central de Al Andalus en el califato, y que llegó a cartearse con Elena, emperatriz de Bizancio, en negocios de Estado). Ben Saprut es apellido de judío de Jaén, de Yayan. La familia de Yussuf aún guarda la llave de la casa de donde los expulsaron hace cinco siglos. En Jaén hubo durante la Edad Media una de las juderías más importantes de España. Manuel Jesús Torres Soria y Rafael Cámara hablaron de ella en una conferencia pronunciada hace unos días en el Colegio de Gestores Administrativos. Una judería cuya presencia late aún en el trazado de las calles del casco antiguo. Y de la que es fácil encontrar restos tangibles. Como la casa del siglo XV donde hallaron un puntero que se usaba para leer los rollos de la Torá (acabado en una mano con un dedo extendido, un precursor del moderno ‘ratón’), la calle Elvín (el nombre es el de una familia de conversos a los que la Inquisición cogió en un renuncio), la certeza de que en el patio de Santa Clara hubo una sinagoga, la sospecha de que en la iglesia de San Andrés hubo otra, los eternamente abandonados baños del Naranjo (en la calle Los Caños, una de las entradas a la Judería), amuletos cabalísticos encontrados en excavaciones … Elementos que a juicio de Cámara y Torres Soria podrían ser un motor de interés turístico para Jaén. La judería como atractivo turístico funciona. Pude verlo hace unos años en Gerona. El Call le llaman allí, en una ciudad que tiene Montjuic (monte de los judíos). Entre los grupitos de turistas que recorren la ciudad, o que cruzan el puente de Besalú para pasear por sus callejas (hoy mundialmente famosas por la novela El puente de los judíos) se ven muchos kipá, los típicos gorros en el cogote. En la charla de Cámara y Torres Soria se mostraban imágenes de lápidas del cementerio de la isla de Rodas, en el Egeo. Tumbas de hace pocos años, en los que se había hecho grabar junto al nombre del difundo las palabras ‘de Jáen’ en sefardí, el castellano antiguo que se hablaba cuando la expulsión. Personas que como el Yussef que pude conocer en Estambul, cinco siglos después querían “volver” a casa.