La Policía Local sufre la maldición de las goteras. Se tuvieron que ir de la ruina de Vaciacostales porque los viejos pabellones militares rezumaban humedad, y el agua caía a chorreones por las paredes con más frecuencia que por el Ojo de Buey de la Fuente de la Peña. En los despachos del concejal de turno y del intendente jefe, Alfonso Martínez Carillo, habían desarrollado un extraño fenómeno, sólo explicable por las penurias municipales o por alguna presencia fantasmagórica: las paredes estaban cubiertas de negro, y hasta parecían tapizadas de terciopelo. Aunque no había rastro de tan noble material, sino que eran los pelillos del moho. El misterio de la pared peluda, nada menos. En vez de pintarla había que pasarle la ‘silk-epil’. Así que se fueron a Magisterio. Me cuentan ahora que en su nueva ubicación, en Magisterio, también han tenido inundación en los despachos del intendente y la concejala Matilde Cruz, y que chorreó la lluvia por las paredes. Aquello parecía la Cimbarra, por un canalón que se había atascado y que hizo estragos allá por los primeros días del temporal. La cosa se arregló, por más que alguno viese fantasmas del pasado, y todavía no le han salido pelos a ninguna pared. Pero todo se andará.
Otro tanto sufre la cofradía del Abuelo: le han salido goteras al Camarín recién estrenado, y también a la vieja casa de hermandad de la Plaza de Santa María.
Lo cierto es que Jaén entera padece mucho cuando las condiciones meteorológicas son malas. Desde que comenzó el temporal ha habido problemas, y gordos, con las carreteras, con el encauzamiento de los ríos Guadalquivir y Guadalbullón, con el suministro eléctrico, con los trenes y con mil cosas más, entre ellas las goteras de la Policía Local. Es lo que tiene ser pobre. Que cualquier cosa se torna en maldición y hasta le salen pelos a las paredes, con el asquito que da.