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Sangre y terrones

A Juan de Dios le troncharon cuarenta estacas en la Jabonera, en Bedmar, hará ya un mes. Un desalmado le entró en la finca, seguramente de anochecida, y fue arrasando con los arbolillos. Uno detrás de otro. Sintiendo en las manos como se quebraban los troncos livianos. “Hemos tenido enfrentamientos con la comunidad de regantes. Creemos que nos puede venir por ahí”, admite Juan de Dios. Aunque si se le aprieta para que diga de quién sospecha, para que de un hombre, no hay quien le mueva de “no sabemos quién ha sido”. Hay palabras demasiado recias para decirlas en vano. Palabras que obligan a determinadas cosas una vez pronunciadas.

A día de hoy, la Guardia Civil aún anda buscando la escopeta que llevaba Fernando Jurado cuando lo cosieron a puñaladas en la Sima (Pegalajar). Antonio, de 50 años, ha confesado que lo mató. Tenían pleitos de lindes. Denuncias cruzadas. Una valla que uno levantó, que otro tiró…Fernando tenía miedo. Antonio quería ser alcalde del pueblo. También habia tenido líos con la comunidad local de regantes. Le dio más de veinte puñaladas.

Entre L.C.B., de 40 años, y J.R.R., de 48, ambos vecinos de Casas Nuevas en La Guardia, también había viejas enemistades. Y olivos cortados a ras de suelo, que es una forma cobarde de cobrarse cuentas pendientes, donde más duele. El segundo decidió zanjar la disputa con sangre. A tiro limpio. L.C.B. salvó la vida de milagro. J.R.R. está en prisión, esperando juicio. Antes de que la magistrada del 4 lo mandase para la cárcel, bromeaba con los civiles con viejos chistes de cazador. Con la misma ropa de campo, las mismas botas manchadas de barro y la misma roña negra bajo las uñas que marca a un hombre que acaba de trabajar en el campo que cuando disparó contra su enemigo.

A juicio va el mes que viene Franciscoc R.R. El suyo es el caso más espeluznante de todos. A finales de mayo de 2008 confesó ante la Guardia Civil que había discutido con su vecino de finca en Torreperogil, Salvador Frías Molina, de 82 años, que lo había herido con una herramienta del campo y que lo había matado. Después, con gasolina y unos sarmientos, intentó quemar lo que él pensaba que era un cadáver. Los forenses no opinan lo mismo. Encontraron humo en los pulmones de Salvador. Creen que aún estaba vivo cuando lo quemó.

En más de un lustro de crónica negra en Jaén, apenas hay tres muertes con el robo como móvil (la del recaudador en Andújar aún por resolver, el crimen de los Jardinillos y el de un hombre en La Carolina que es además en único con una mujer como sospechosa). El resto son crímenes de macho despechado, de honor ultrajado que exige venganza. También la tierra, que forma parte de nosotros, exige a veces su tributo. Sangre sobre los terrones. Así somos. Así matamos. Así morimos.

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A bocajarro. A la distancia justa donde salpican las tripas de la noticia cuando estalla.

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