En alguna ocasión les he manifestado abiertamente mi escepticismo respecto a la prudencia de los seres humanos, una virtud que muchas veces brilla por su ausencia (vaya pareado me ha salido). Decía Barthélemy que “de todas las cualidades del alma la más eminente es la sabiduría y la más útil, la prudencia”. La cuestión es que muchos están viendo síntomas de cambio en lo que no deja de ser una sucesión lógica de acontecimientos. Los gobiernos han puesto pasta fresca encima de la mesa (dinero de los constribuyentes) para que el sistema financiero recobre liquidez. La bolsa reacciona y las acciones se aprecian. De forma paralela, el petróleo se abarata debido, entre otras razones, a la caída del consumo.

¿Estamos ante un cambio de ciclo? Que se lo pregunten a los 2.000 trabajadores de Nissan que están en la puta calle porque no se venden coches. Les digo todo esto porque que se contenga el IPC o que los bancos empiecen a dar créditos no es más que un mecanismo de acción-reacción ante el comportamiento artificial de los mercados (hasta los norteamericanos creen ya en el intervencionismo del Estado).

Ahora viene la campaña de recolección de la aceituna. Ya verán ustedes como hay por ahí algún político listillo (y poco prudente) que se explaya con chorradas como que el campo no está en crisis o que el sistema productivo de Jaén da muestras de fortaleza porque la demanda de mano de obra aumenta con la recolección. Es más, como Jaén encabezará la creación de empleo durante diciembre (en marzo será todo lo contrario) habrá por ahí algún lumbrera que nos pondrá como ejemplo de cómo deben hacerse las cosas. Y lo peor de todo es que habrá también quien se lo crea, que es mucho más grave.

Esta crisis es la crisis de la falta de prudencia: falta de prudencia por vivir como reyes con sueldos de oficiales de primera de albañilería; falta de prudencia por haber especulado con todo y con todos; falta de prudencia por gastar como condenados teniéndolo casi todo; y falta de prudencia por ser unos gilipollas integrales que nos hemos creído el centro del mundo.

No volvamos a cometer el mismo fallo.