Los sexólogos lo han demostrado: el punto G existe. Sólo se trata de tener paciencia para hallarlo; una vez logrado el objetivo, todo son ‘satisfacciones’. ¿Me entienden? Los economistas, que se parecen a los sexólogos lo que una mosca a un elefante, también lo han encontrado. Y tienen hasta un nombre científico para ello (en dos variedades): G 8 y G 20. El primero, supuestamente, es el selecto club de los que parten el bacalao en la economía mundial. Mientras que el segundo grupo es más heterógeno, ya que encontramos desde Suráfrica y México hasta Japón o Estados Unidos. Pues bien, estos segundos son los llamados a reinventar el capitalismo. Y lo más preocupante es que España no está ni en el G 8 ni el G 20, aunque por nivel de desarrollo debería estar en uno y otro, por mucho que le joda al PP.
Y dirán ustedes qué hace un bloguero jienense hablando de estas cosas. Se lo explico. Hace mucho tiempo que los centros de poder están más allá de los Pirineos. O si no que se lo pregunten a los olivareros, que tienen un máster en Política Agraria Común, ficha financiera, ‘chequeo médico’ y la madre que nos parió. O sea, que lo que decida el G 20 en Estados Unidos influirá (y mucho) en que la sucursal bancaria de la esquina de mi calle siga dando euros o mantenga cerrado el grifo. Y esto me interesa un montón. A mí y a todo hijo de vecino. Por eso opino del G 8, del G 20 y del G 150 y de lo que me dé la real de la gana. Y opino que España debe estar, y debe estar porque tenemos el sistema financiero más saneado del mundo, con las tasas de morosidad más bajas del mundo y con el nivel de solvencia más alto del mundo. Así que tenemos mucho que aportar en un debate donde están representados unos señores que han sido incapaces de poner orden en su propio gallinero y que están a punto de llevarnos a la ruina.
Y si no estamos ya es porque el iluminado de Texas nos la tiene jurada desde que retiramos nuestras tropas de esa guerra injusta y cruel en la que nos metió el señor del bigote.