Empresarios y sindicatos acaban de firmar el convenio del campo, el acuerdo marco que regulará las relaciones laborales hasta 2011. El pacto recoge un incremento salarial de casi el 5 por ciento para este ejercicio y del IPC más 1,5 por ciento para los dos años posteriores. Hasta aquí todo normal. Pero la gran novedad es que el documento contempla las condiciones de habitabilidad que deben tener los alojamientos. Es decir, cómo deben ser los cortijos para que los que habitan en su interior vivan como personas.
Para comprender este ‘avance’ tenemos que dejar de pensar como seres humanos del siglo XXI y trasladarnos al medievo. Sólo así podremos entender que se interprete como un ‘logro’ que los inmuebles dispongan de agua potable y estén alejados de sitios insalubres. Sí, como lo oyen, que los jornaleros se puedan lavar las manos después de una dura jornada de trabajo y que duerman sin que las pulgas se los coman vivos se interpreta como un ‘salto de calidad’.
Afortunadamente, la mayor parte de los empresarios del olivar es gente con escrúpulos. Decir lo contrario sería profundamente injusto. La mayoría, y en Jaén se contabilizan en torno a 108.000 olivareros, se preocupa de que sus trabajadores, especialmente si vienen de fuera de la provincia, dispongan de un lugar apropiado en el que hospedarse. No son mansiones, pero tampoco pocilgas. El problema es que sí que hay unos cuantos a los que se las trae al pairo cómo estén los currelas después de darle a la vara. Esto no es admisible, y por eso a lo largo de la recolección (ya verán como esta vez también) salen a la luz pública casos de temporeros que viven en garajes, en naves industriales o en cobertizos. Tiempo al tiempo.
Así son las cosas. Pagan justos por pecadores.
Ahí va una para el recuerdo