No sé si conocen a Leopoldo Abadía, “un chaval de 75 años, con 12 hijos y 35 nietos” -como él mismo se define- que saltó al primer plano de la actualidad por su diccionario sobre la crisis norteamericana y sus consecuencias globales. La clarividencia de sus pensamientos lo ha situado en el primer plano de la actualidad. De hecho, son varias las televisiones que lo invitan con frecuencia, conscientes de que su aparición garantiza picos de audencia durante el tiempo que permanece en pantalla. Lo más curioso es que su formación no es estrictamente la de un economista (en su currículum dice que es ingeniero industrial).
Pues bien, este buen hombre planteó recientemente que se instituyera ‘el día de la peseta’. La propuesta consiste en olvidarse de los euros durante 24 horas y volver a valorarlo todo con el chip de la antigua moneda. Este jueguecito permitiría observar la diferencia tan importante que existe entre precio y valor, dos conceptos que muchas veces se entrelazan. Así nos daríamos cuenta, por ejemplo, que cuando nos cobran 2 euros por una coca cola nos están soplando en realidad 333 pesetas. O que cuando pagamos 1,70 euros por una cerveza la ‘multa’ es de 283 pesetas. O que cuando nos piden 0,65 euros por una barra de pan en realidad estamos abonando 110 pesetas.
Les digo todo esto porque estamos en plena recesión. Porque la entrada del euro hace siete años, en pleno ciclo alcista de la economía, implicó que todo costará un 50 por ciento más de la noche a la mañana. ¿Qué hicieron los consumidores entonces? Quejarse amargamente, pero terminaron pasando por el aro ante el paroxismo vergonzante de las administraciones. Por eso, y por otros muchos abusos cometidos en el pasado reciente, son muy pocos los que están dando saltos de alegría porque la inflación se haya situado en el 1,2 por ciento en Jaén, la provincia española con los sueldos más bajos.
Por si no lo conocen, ahí llevan un vídeo de Leopoldo Abadía cuando todavía era un personaje mediático en ciernes.