El otro día les comentaba que, bajo mi modesto parecer, para escapar de esta puta crisis hacía falta una debate abierto de ideas en el que tuvieran cabida todos los planteamientos. También les decía que era fundamental que las propuestas de unos y otros fluyeran con celeridad ya que los problemas de la economía se agravan por momentos, tal y como evidencia el incremento desmesurado de las tasas del paro. Bueno, pues me retracto. Como dicen que ‘rectificar es de sabios’, olvídense de mis aseveraciones pretéritas y demás digresiones basadas en el ‘buen rollito’. ¿Por qué? Básicamente porque los que están llamados a aportar soluciones, o sea los agentes sociales, o siguen callados o saltan con soplapolleces o intentan arrimar descaradamente el ascua a su sardina (elijan la opción que quieran).

De todo lo que he escuchado hasta el momento, la palma se la lleva Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE y principal artífice de la salida del jienense Juan Jiménez Aguilar de la secretaría general de la patronal. La gran aportación de este buen hombre a la causa ‘anti recesión’ ha sido pedir carta blanca a la hora del despido. Vino a decir que cuando los responsables de una compañía se ven obligados a prescindir de una parte de plantilla “lo hacen para salvar a la propia empresa y al resto de trabajadores”.Y acto seguido solicitó una rebaja de más del 50 por ciento en las indemnizaciones (de 45 a 20 días por año dado de alta) y que los EREs fueran de aplicación directa (sin autorización administrativa).

Así de fácil: reformar el mercado laboral para hacerlo, todavía, más precario. Y yo me pregunto, ya puestos a ser almas caritativas, ¿por qué en la época de las vacas gordas no se socializaron los beneficios? El concepto de ‘contrato fijo’ se ha ido desvirtuando poco a poco (salvo para los funcionarios, claro). Ahora tenemos ‘contratos indefinidos’ y caminamos poco a poco hacia ‘contratos continuos’ (uno detrás de otro).

Para llorar.