Los trabajadores de la planta de Seat en Martorell han sido los primeros. Tras la celebración de un referéndum, han decidido bajarse el sueldo para mantener todos los empleos. Esta decisión supone, sin lugar a dudas, un ejercicio de responsabilidad por parte la compañía y del personal. Los primeros porque se comprometen con el porvenir de la factoría al encargarle la fabricación de un nuevo modelo, y los segundos porque asumen que tienen que ‘mojarse’ para que la empresa tenga futuro. El proceso de Seat ha coincidido en el tiempo con la visita del nóbel Krugman a nuestro país. Este buen hombre dijo que España no saldrá de la recesión hasta que no se abaraten los costes laborales, una condición sin equa non, a su juicio, para que nuestro tejido productivo sea competitivo.
Ahora bien, conviene contextualizar muy bien todo esto para evitar desmanes. No sé por qué, pero me da a mí que algún patrón avispadillo (y en Jaén hay unos cuantos) va a hacer dogma de fe de la doctrina Krugman y del ejemplo de Seat para recortar sin-ton-si-son los haberes de sus currelas. El argumentario es sencillo: como la cosa está muy mal, o cobráis menos o a la puta calle. Conociendo el percal, estoy completamente seguro de que no tardaremos mucho en conocer algún caso en Jaén. De hecho, tengo constancia de que algunas pymes ya han planteado esta salida, aunque la repercusión social ha sido escasa al tratarse de plantillas muy pequeñas. En este punto conviene recordar que vivimos en la provincia con los salarios más bajos de España, con una media inferior a los 1.100 euros brutos al mes.
Mucho cuidado, podemos estar sentando las bases de un sistema retributivo profundamente injusto. ¿O es que cuando llegue la época de las vacas gordas los empresarios también socializarán los beneficios?