Yo soy de esos millones de ciudadanos que cada vez que cruzan la puerta de una sucursal bancaria se agazapan como los gatos, afilan las uñas y se disponen a recibir el hostión. Y es que aquello de que ‘cobran hasta por respirar’ no es ningún dicho más o menos hiperbólico, sino una realidad como un templo. Hagan la prueba, métanse en la página web del Banco de España y pierdan unos minutos viendo las púas que nos meten absolutamente por todo. La oferta es amplia y variada. Hay donde elegir.

El batacazo de la economía ha puesto a las entidades en el punto de mira. En poco menos de dos años han pasado de ser ‘motores de progreso’ a convertirse en ‘frenos del progreso’. Sí, ya sé que no estamos hablando de hermanitas de la caridad, que se trata de empresas que tienen la obligación de ser solventes, pero incrementar un 7 por ciento comisiones como la de ‘mantenimiento de cuenta’ es una sobrada se mire por donde se mire. La ‘multa’, 20 eurazos al semestre. Detrás de esta forma de proceder subyace la rebaja de los márgenes de intermediación, ya que el precio de adquisición de los euros, referenciado al euríbor (el tipo que rige en las operaciones interbancarias), es inferior a la remuneración de los diferentes productos, algo que no sucedía hasta hace relativamente poco.

Lamentablemente a la inmensa mayoría de los ciudadanos, endeudados hasta las cejas, no les queda más remedio que acudir al sistema financiero para comprarse una piruleta. Y claro, el que mercadea con la necesidad tiene todas las de ganar. Pero lo que todavía resulta más indignante es escuchar a algún directivo de ésos de habano, Rólex y BMW en la puerta de casa lamentarse de lo mucho que les cuesta a ellos mantener el chiringuito abierto y de que, para más inri, el negocio de los intereses esté ‘nada más que regular’.

Habrá que tomárselo con sentido del humor