Mientras los encargados de gestionar el 81 por ciento de la riqueza de planeta debaten en Londres sobre cómo recuperar la senda del crecimiento económico, los datos del Inem han vuelto a evidenciar la gravedad de una crisis que ya sitúa la cifra de parados en Jaén al borde de las 50.000 almas. ¿Que cuánto es esto? Pues una auténtica barbaridad. De hecho, no hay precedentes de unos números tan alarmantes con el actual sistema de medición del desempleo. Y lo más preocupante es que no se vislumbra un cambio de tendencia a corto plazo. Los planes anticrisis del Gobierno y de la Junta servirán para frenar la caída, pero no supondrán un cambio de tendencia.

La situación requiere de reformas estructuras del mercado laboral que atajen el problema desde su base. Resulta extraordinariamente significativo el hecho de que nueve de cada diez despedidos en la Unión Europea se encuentren en España. Y ojo, ya no sirve como excusa el batacazo de la construcción, ya que estamos ante un sector que ha tocado fondo: los proyectos en ejecución son los que se empezaron hace dos o tres años; cuando se acaben estas promociones no habrá nada de nada.

Ya les he comentado alguna vez que lo que más preocupa es la falta de ideas. No existe una hoja de ruta que nos conduzca hacia un mañana esperanzador. Por eso el G-20 podrá decir misa, pero lo que hacen falta son medidas concretas. Todo el mundo está profundamente jodido; no podemos acudir a socios y aliados para que nos saquen las castañas del fuego. Por primera vez en mucho tiempo estamos completamente solos ante el peligro. A ver cómo salimos de ésta.