Jaén sigue siendo una provincia desconocida para muchos españoles. Todo el mundo sabe que existe, porque tienen que atravesarla de punta a cabo para ir a la costa, pero desgraciadamente todavía son pocos los que deciden hacer ‘parada y fonda’. Así que la imagen que trascienda a través de los medios de comunicación resulta de vital importancia. Les cuento todo esto porque hace unos meses Jaén saltó al primer plano de la actualidad por la llegada masiva de inmigrantes a la aceituna y por la imposibilidad de atender sus necesidades básicas (comer y dormir) con los generosos recursos que se habilitan cada campaña al efecto. Nuevamente fuimos portada de informativos por algo negativo. Y todo ello con el agravante, insisto, de que se libera muchísimo dinero de los fondos públicos en un dispositivo que busca precisamente que nadie pase penurias.
Les cuento todo esto porque la semana pasada se desarrollaron en Jaén unas jornadas en las que se analizó este asunto, a fin de encontrar soluciones a un problema que tiende a agravarse porque cada vez hay más gente con necesidad de trabajar y menos tajo en el campo (mecanización, cuadrillas formadas por oriundos en paro…). Una de las grandes conclusiones es que los empresarios tienen la obligación de proporcionar techo a sus empleados. Y la tienen porque lo dice la ley (aunque no se incluya en los convenios colectivos).
Yo me pregunto ¿si existe un precepto legal por qué estas prácticas irregulares siguen produciéndose? Es más, la propia Junta de Andalucía reconoce este extremo en un informe sobre la pasada recolección. Es evidente que alguien no está haciendo sus deberes. El discurso de los sindicatos ha puesto a los empleadores en el punto de mira, una imputación profundamente injusta ya que los comportamientos reprobables de una minoría se generalizan a la mayoría. Se hace imprescindible, por tanto, una acción coercitiva mucho más contundente. Y en este punto es donde deben intervenir las adminitraciones, destinando más medios a la Inspección Laboral.
P. D. No tiene nada que ver con la economía, pero menuda chapuza lo de la tribuna de la Carrera. La estructura impide el paso de las personas discapacitadas, que tienen que dar un rodeo kilométrico para poder dirigirse al centro. Señores, por favor, un poco de sentido común.