Dice el refranero castellano que ‘del dicho al hecho hay un trecho’. La fusión de la Caja de Jaén es un buen ejemplo de ello. Más allá de los disensos sociales que puede generar la desaparición de una marca cien por cien jienense (una de las pocas rentables que subsisten, por cierto), lo cierto es que entre todos los agentes sociales, políticos y económicos existe cierto consenso sobre la necesidad acabar con la atomización de las cajas de ahorro y generar entidades con capacidad financiera para aguantar los golpes, ganar en dimensión, dar seguridad y, lo más importante, ofrecer productos y servicios competitivos a los clientes.

Hasta aquí todo más o menos bien. Tanto es así que ya nadie disimula que la Caja de Jaén está en conversaciones con Unicaja, que a su vez lleva un tiempo hablando con Cajasur. La ‘jugada’ cuenta con el visto bueno de la Junta y el Banco de España, que ya había advertido de que cualquier operación en la que entrara la Caja de Jaén tenía que ser a tres bandas. Pero ya han empezado a sugir importantes reticencias internas que corren el peligro de enquistarse si alguien no da un golpe de efecto a la voz de ya.

Me refiero a los reparos que pondrán los sindicatos (me consta que en algún caso alentados desde Granada) si no se firma un pacto laboral que garantice el empleo a los 233 trabajadores de la Caja de Jaén y que restrinja los movimientos de personal ante el presumible cierre de un centenar de oficinas donde haya un excesivo solapamiento de recursos. No hemos de olvidar que la suma de Caja de Jaén, Unicaja y Cajasur engendraría un ente con 372 sucursales, frente a las 193 que habría en un enlace con CajaGranada y las 89 que se contabilizarían en una unión con Cajasol.

Seguiremos informando.