Hace unos días coincidí con uno de los 200 comerciantes directamente afectados por los trabajos del metro de Jaén. No fue un encuentro buscado; pura coincidencia. Sin desvelarle en ninún momento que yo me dedicaba a escribir periódicos, le inquirí por los efectos de la crisis sobre su negocio. “¿La crisis?, ¿la crisis?”, se preguntó en voz harta. “¡Hasta los cojones estoy de la crisis y del puto tranvía!”, se respondió a sí mismo sin contener lo más mínimo el tono de voz. Y sin que mediara ninguna pregunta más por mi parte -la experiencia dice que en estos casos lo mejor es dar un paso atrás-, se despachó sin remilgos contra el heterogéneo grupo de choricetes que ha llevado el país a la ruina y contra los que han tenido la “brillante idea” (cito textual para que no haya malentendidos) de plantarle delante de su tienda un obrón de casi tres años de duración.
Tras una primera embestida dialéctica en la que no dejó títere con cabeza, el buen hombre se sosegó y empezó a argumentar. Vino a decir algo a sí como que “no veo mal que Jaén se adecue a los nuevos tiempos y se acometan proyectos de futuro, pero lo que está claro es que las cosas hay que hacerlas cuando corresponde, y no ahora que las estamos pasando canutas“, afirmó. Y agregó que “todo esto hay que hablarlo con la gente que se pueda ver afectada, analizar los pros y los contras, y ver la manera en la que se puede hacer menos daño”.
Ahí dejo este testimonio. Para quien le pueda interesar. También cuelgo un vídeo que en encontrado en Youtube.
P. D. Se me olvidaba decirles que el susodicho está pensando en cerrar.