En la provincia de los aceituneros altivos, o sea Jaén, los problemas del olivar se olvidan con relativamente frecuencia. Basta con que llueva un poquito y el valor medio del kilogramo se sitúe por encima de las 400 pesetas para que todo el mundo esté contento y esto sea Jauja. Y lo más preocupante es que los primeros ‘olvidadizos’ son los propios oleicultores, instalados en muchos casos en un conformismo ciertamente preocupante.

¿Y por qué les suelto todo esto? Pues miren, resulta que a pesar de la crisis vivida por el sector, que cerrará el ejercicio muy por debajo de los umbrales de la rentabilidad por aquello del desplome de precios (hace cinco meses estábamos por debajo de los 1,60 euros), los procesos de concentración de la oferta, iniciados a principios de 2009, avanzan con el freno puesto porque ahora ya no interesa, porque con 2,40 euros en origen las cuentas salen y porque ‘para qué nos vamos a meter en experimentos, que mira lo que pasó con Fedeoliva’.

Sé de muy buena tinta que ya hay unas cuantas cooperativas que, por el momento, han decidido hacer la guerra por su cuenta. Y también sé de buena tinta que estas mismas almazaras tenían unos propósitos bien distintos allá por mayo, cuando el ‘oro líquido’ se vendía a precio de hojalata y algunos anunciaban, incluso, el abandono de explotaciones. Entonces sí que sonaban bien conceptos como ‘concentración’, ‘integración’, etcétera, etcétera, etcétera.

Así nos va.