El otro día publicamos un articulillo sobre la incidencia de la crisis sobre la industria nupcial, un sector que mueve casi 80 millones de euros en la provincia. El tema es peliagudo. Los jóvenes, que son los que se casan, no tienen un puñetero chavo para sufragar ni los gastos del bodorrio ni, lo que es más grave, una vida en común. Así que no les queda otra que jurarse amor eterno, pero sin pasar por el altar. Más allá del debate sobre la vigencia del matrimonio (ahí está el crecimiento imparable del número de familias monoparentales), lo cierto es que este descenso del 20 por ciento en la cifra de enlaces esconde la triste realidad de los que, tras acabar sus estudios, tienen grandes dificultades para encontrar un trabajo y, como consecuencia de ello, poner en marcha otros proyectos biográficos que, a la postre, siempre serán más importantes que los laborales.

La crisis se está cebando con los menores de 30 años. No lo digo yo. Así lo evidencian, por ejemplo, las estadísticas del Servicio Público Estatal de Empleo. Así que, aunque la palabra emigración esté poco menos que proscrita en la sociedad del bienestar, lo cierto es que ya hay muchos licenciados que están tomando las de villadiego para prosperar en otros lugares. Lo siento, yo no me creo el discurso político de que la incidencia de la recesión en Jaén esté siendo menor que en otras zonas por aquello de que, supuestamente, el peso del ‘ladrillo’ es menor. Mentira cochina. Hace un par de años la construcción llegó a igualar a la agricultura en aportación al PIB. La gente se marcha porque en Jaén hay pocas oportunidades. Joda a quien le joda.

Éstos tampoco lo consiguieron.