Dicen los gurús del sistema financiero que, tal y como están las cosas, El Banco de España tendrá que intervenir más pronto que tarde en una decena de cajas de ahorro. En la lista negra no está por ahora la Caja de Jaén. Es más, la entidad jienense podría sacer pecho, dar un paso al frente y enarbolar la buena marcha de algunos indicadores clave de este negocio consistente en captar y prestar capital.

A pesar de ello, será de las primeras en ‘morir’. Por fusión, eso sí, pero desapareciendo al fin y al cabo. Hay muchos que no pueden entender cómo puede claudicar una empresa que funciona razonablemente bien, que ha logrado subsistir con bastante gallardía durante más de veinticinco años. Y es que la tremenda crisis en la que seguimos inmersos, y de la que todavía tardaremos un tiempecito en salir, ha marcado un antes y un después en un sector que creció sin orden ni concierto al calor de un desarrollo ficticio, basado en gran medida en los euros rápidos y traicioneros del ‘ladrillo’ y en las facilidades de aprovisionamiento en los mercados mayoristas del dinero. Por eso, a las primeras de cambio, los más débiles han empezado a caer como moscas.

Ahora las reglas del juego han cambiado. Los reguladores -véase Banco de España y Banco Central Europeo-, escaldados con todo lo que ha pasado, son mucho más exigentes. Las cosas se han puesto muy difíciles; donde antes pedían cinco ahora piden diez. Esta coyuntura hipoteca el futuro de muchas cajitas minúsculas, como la de Jaén, obligadas a ganar tamaño e integrarse en otras más grandes. Es lo que los economistas denominan ‘coste de oportunidad’: a lo que se renuncia para obtener otra cosa. ¿A qué se renuncia? A las señas de identidad. ¿Qué se obtiene? Competitividad.

Una vez salvaguardado los intereses de los impositores -familias y empresas- la jugada sólo saldrá perfecta si los empleados no salen trasquilados. La Unión con Unicaja, que se materializará dentro de tres semanas, no tendrá coste laboral, pero no olvidemos que estamos hablando de un matrimonio a tres en el que uno de los ‘cónyuges’, Cajasur, sí que tiene problemas muy gordos.