Con esto de la crisis económica y el incremento desmesurado de las tasas de paro, que superan el 25 por ciento en la provincia, hay asuntos que hace un par de años estaban de actualidad y que ahora han quedado poco menos que en el olvido. Recuerdo cuando los periódicos llenábamos páginas hablando de conciliación de vida familiar y laboral, de productividad y flexibilidad horaria, de avances sociales, de teletrabajo… Todo esto ha pasado a la historia: ni está en la agenda de los medios de comunicación -entonemos el ‘mea culpa- ni tampoco figura en la de los políticos. Ahora todos estamos preocupados por informar sobre cómo engordan los números del Inem, sobre la avalancha de EREs en la industria o sobre las penurias que pasan los hogares con todos sus miembros en el puñetero de desempleo.
Me comentó hace poco un sindicalista vocacional -muy crítico, por cierto, con las centrales de clase- que de la noche a la mañana hemos retrocedido una década en el tiempo. Esto significa que hemos pasado de un mercado precario a un mercado paupérrimo. ¿Cómo vamos a hablar de ayudas de estudios, de la quinta paga extra y demás avances con 73.000 paisanos ‘sin oficio ni beneficio’? Grave error. Estamos cometiendo la tremenda imprudencia de valorar la realidad desde la perspectiva de los ‘malo-malísimo’ y obviamos el hecho de que todavía hay más de 200.000 jienenses ocupados, una cifra que ahora, eventualmente, es mucho mayor por obra y gracia de la aceituna.