Ya saben que, de vez en cuando, me gusta trasladarles algunas reflexiones que surgen a raíz de intensas charlas con mis amigos. El otro día mantuve una con colega, bastante mayor que yo, ingenerio para más señas, sobre la minusvaloración de la variable ‘edad’ en el mercado laboral. Realmente ambos coincidíamos en los planteamientos, pero él me aportó alguna digresión que he visto conveniente reflejar en el blog. La conclusión es que, básicamente, tener más de 45 años o menos de 25 es una putada. Los que trabajan están más expuestos al despido por razones diametralmente expuestas: los jóvenes porque son más baratos y los ‘mayores’ porque cobran más. Y los que no trabajan también lo tienen igual de jodido por su exposición a la precariedad -los menores de 25- y por su ‘vejez’ -los mayores de 45-.

Esta persona de la que les hablo me comentaba las fatigas que había pasado en el último año, desde que un ERE lo puso de patitas en la calle tras media vida de servicio a la causa. Nada más conocer la noticia, emprendió la procelosa aventura de buscar curro. ¿Su punto fuerte? Una experiencia de cojones. ¿Su punto débil? Sus 55 años. Reelaboró su extenso currículum, lo repartió, contactó personalmente con responsables de recursos humanos para ofrecerse, hizo entrevistas. Lo típico. Él observaba que esos puestos a los que aspiraba eran ocupados sistemáticamente por otros aspirantes menos talluditos. Decepción. Pensó en tirar la toalla, dedicarse a otra cosa, hacer cursos… Hasta que un buen día, cinco o seis meses después, cuando todo parecía perdido, recibió la ansiada llamada.

Eran chinos. Sólo fichaban gente con su perfil. O sea, profesionales curtidos en mil batallas, conocedores del mercado, con grandísimos conocimientos. ¿Qué les parece? Nada que ver, evidentemente, con la filosofía imperante en un país, el nuestro, donde jamás se ha valorado la sabiduría, y sus costes, como valor añadido para conseguir la productividad. Ah, se me olvibada decirles que esta empresa se ha convertido en líder mundial del sector, relegando a una posición secundaria a todas esas multinacionales que minusvaloran la importancia del capital humano y que poco a poco están claudicando por su cortedad de miras.