Les pongo brevemente en antecedentes. Ayer por la noche, por razones que no vienen al caso, tuve que coger el coche de madrugada. Llovía, la luna sólo se intuía entre nubarrones negros y los termómetros marcaban unos confortables 21 grados. Todo normal. Ni rastro de vida humana en Jaén. Y ahí que iba yo, circulando con relativa agilidad sin atascos, sin ‘tanquetas’ cargadas con raíles y sin operarios armados con cascos de obra y señales portátiles, a lo ‘Village people’, que detienen el tráfico cada dos por tres. En fin, qué les voy a contar yo que ustedes no sepan.
Pues eso, que ya iba el menda de regreso a casa cuando, de repente, en la calle Miguel Castillejo, me topé con dos contenedores situados cuidadosamente en medio de la vía para impedir que ningún automóvil pudiera pasar hacia arriba o hacia abajo. Evidentemente, aquella ‘barricada’ no fue colocada allí por los operarios del servicio de recogida de basuras, que bastante jodidos están con los retrasos en el cobro de sus nóminas, sino por algún gilipollas integral -intuyo que sería más de uno-, aburrido o borracho ¿quién sabe?, que no tiene otra ocupación a las 2,00 horas que cortar la calzada por su cara bonita y, de camino, multiplicar por cien el riesgo de sufrir un accidente.
Aquel episodio me hizo reflexionar sobre lo mucho que puede cambiar tu vida si te topas con un imbécil que, como tal, actúa sin atender a las consecuencias de sus acciones. Te levantas por la mañana, te cruzas con uno de éstos por la acera y la cagaste Burt Lancaster. Por eso, porque son un peligro, porque no conocen las normas y porque son unos memos, yo pienso sinceramente que la imbecilidad tenía que estar tipificada como delito en el Código Penal. Pero como esto no va a suceder -básicamente porque los imbéciles siguen cayendo simpáticos a otros que son más imbéciles que ellos-, pues me conformo con que el imbécil éste de los contenedores lea este comentario y si, por un casual, siguiera conservando algo de sentido común en sus cortas entendederas, sea consciente de que estuvo a punto de liarla. Imbécil, que eres un imbécil.