Ya les comenté el otro día que me niego a ‘tragarme’ esa doctrina que dice que el empresario es un cabronazo por naturaleza. Me reafirmo en mis pensamientos. Y más después de ver los vídeos de UGT en los que ese patrón tan bien interpretado por David Fernández, más conocido para el gran público como Adolfo Chikilicuatre, ejerce como una especie de Pinochet contra los pobreticos de sus asalariados. Grosero, malvado, sin escrúpulos… son algunas de las virtudes que adornan a este personaje que tanto ha dado que hablar, que al fin y al cabo es lo que pretendía el sindicato para calentar motores con la vista puesta en la huelga general del próximo miércoles.

Dicho esto, el hecho de que no admita esta identificación simplista no quiere decir que no haya más de cuatro ‘hombres de negocios’ a los que les dé lo mismo cuatro que ochenta que sus empleados cobren una puñetera miseria y no tengan el más mínimo miramiento a la hora de ponerlos de patitas en la calle cuando estiman que las cosas le puedan ir peor -el despido preventivo es, bajo mi modesto entender, la mayor putada de la reforma laboral-. De esto les quería hablar, de la actitud que están teniendo organizaciones como la CEOE, y todas sus hermanas menores provinciales, que insisten en que las nuevas normas que regulan el mercado del trabajo se han quedado cortas, sirven para bien poco y no solucionan los problemas de fondo -incluidos los suyos-.

Y un cojón, amiguetes. Argumentar un futurible como justificación para echar a alguien, sin necesidad de aportar ningún documento que acredite esa expectativa tan nefasta, otorga un margen de discrecionalidad realmente amplio. Esto no es ninguna ‘causa objetiva’, esto ‘ponerle las cosas muy fáciles’ al que tiene que tomar la decisión de prescindir de alguien. Así es. Por arte de magia, nada por aquí nada por allí, el currela se ve haciendo cola en el Inem con una indemnización equivalente a 20 días por año dado de alta, cuando antes eran 45, y con la ‘golosina’ de que tan sólo 12 de esos 20 jornales tienen que ser aportados por el empresario -los otros ocho los subvenciona el Estado a través del Fogasa-.

Hipocresías, las justas. Por favor, que esto es muy serio.