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jorgepastor2000

Patadón y tentetieso

Ciberpolvos

Tengo un amigo que hace unos días echó un ciberpolvo. Se conectó a internet, contactó con una chavalita, flirtearon unos minutos y… a darle a la cebolleta. Chiqui, chiqui, chiqui. Taca, taca, taca. “¡Uf nena que me voy!”. “Espera nene no vayas tan rápido”. “¡Uf nena que me fui!”. Aluciné cuando me lo contaba. Rápidamente me asaltaron unas cuantas dudas. Por ejemplo, ¿cómo se las apañaron para hacerlo sin cámara y sin micrófono? Fácil, me respondió, una mano en el teclado, intimando, y la otra en la cosita, también intimando ¿Y en qué quedó el ‘después qué’? “Pues nada, ambos coincidimos en que el ratito había sido provechoso y adiós muy buenas”, me contestó con una tranquilidad pasmosa, como si la cópula on line fuera lo mismo que bajar a comprar el pan o a hacer fotocopias. Como es lógico, pedí la venía a mi colega para contarlo todo en la bitácora, que me consta que este tipo de asuntillos siempre son del agrado del respetable. Me dijo que no había problema so apercibimiento de castración si se me ocurría dar un nombre, aunque fuera inventado, “que Jaén es muy pequeño y aquí nos conocemos todos”.

Esta historia de sexo en la red me dejó cavilando sobre lo rapidísimo que sucede todo en la ‘era de Míster Chip’, que diría Mike Ríos, y sobre la absoluta supremacía de las pantallitas en todos los ámbitos de nuestra vida. Compramos delante de la pantallita, trabajamos delante de la pantallita, jugamos delante de la pantallita y ahora, por si todo esto fuera poco, resulta que también fornicamos delante de la pantallita. Y lo peor de todo es que esta enajenación catódica ya la asumimos como algo ordinario. No quiero adoptar la pose pseudointelectualoide de los que abominan de las nuevas tecnologías porque nos convierten en unos seres desalmados. Qué va, me parecen útiles, divertidas y hasta ‘estimulantes’ -si no, que se le pregunten a mi afecto, el ‘fucker digital’-. Tengo un blog, subo noticias a la web del periódico y estoy en Facebook y Twitter. Pero creo que nos estamos aproximando peligrosamente a un punto de no retorno, el considerar, por ejemplo, que es normal hacer el amor a través de la puta pantalla.

Y no empleo la expresión ‘hacer el amor’ como recurso lingüiístico ni como propósito de enmienda por haber esgrimido en este articulillo palabras que parecieran malsonantes, sino porque reivindico que el acto amatorio, al menos, siga siendo lo que siempre ha sido, el contacto íntimo y apasionado de dos personas -sean o no del mismo sexo- que se entregan en la búsqueda del placer, que ya está bien de tanto mal rollo, tanta preocupación y tanto estrés. Ojo, que no defiendo -aquí y ahora- romanticismos, ni farragosos procesos de cortejo, ni tampoco estrategias más o menos originales pergeñadas para acabar en el lecho. Es más, ni tan siquiera hablo de amor. Todo es más sencillo. Follar como siempre. Punto.

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internet, sexo

'El día que la mierda valga algo, los pobres nacerán sin culo' (García Márquez)

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