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jorgepastor2000

Patadón y tentetieso

En la ciudad de las pintadas

Les confieso que hasta hace poco tenía muchos reparos hacia el arte contemporáneo -y no me refiero al fútbol desplegado ayer por el Barça-. Me costaba mucho trabajo entender, por ejemplo, que alguien pagara trece millones de euros por una vaca metida en una vitrina de formol. Pero sí. Hubo quien soltó esa pasta gansa por una obra que, según los expertos, se revalorizará a medio plazo. Mis creencias se relativizaron a raíz de una visita a la feria Arco, en Madrid. Fue allí, en contacto con los autores, cuando me di cuenta de que estaba cometiendo un error de bulto: la heterodoxia forma parte de la misma esencia del arte. Si no tienes esto muy claro, siempre opinarás que una vaca en formol, un esqueleto de colorines adosado a un perchero o un fulano colgado de una farola son experiencias a medio camino entre el delirio, la excentricidad y la soplapollez. A pesar de ello, sigo pensando que en este mundo hay mucho listillo que da gato por liebre.

Les explico. Hace unos días acabé por error en ‘un entierro sin vela’. Cosas del destino. Mientras preparaba la retirada sin parecer demasiado gilipollas, me encontré con la plana mayor de la gremial del comercio. Fue un encuentro rápido pero, a raíz de un comentario publicado en este blog sobre las mierdas de perro, salió a colación otra cuestión bastante relacionada con el incivismo, las pintadas. En Jaén hay miles. Tanto es así que ya no queda ni un muro huérfano de pintarrajos. No contentos con tener la ciudad hecha un auténtico asco, estos ‘artistas’ han dado un salto cualitativo y ahora la han tomado con los escaparates, lo que viene a ser un putadón inmenso ya que, según me comentaron los señores tenderos, emplean pinturas indelebles que les obliga a la retirada de paños enteros de vídrio, con el importante coste que ello supone. Que mira que hay que tener ‘mala follá’, que dirían en mi tierra.

Es en este punto donde convergen las dos ideas que estoy manejando en este artículo. Me niego en rotundo en meter en el mismo saco a grafiteros y bárbaros. Los primeros hacen arte; los segundos, salvajismo. Se trata de una sutil diferencia. Entiendo que el asunto es controvertido, que bajo el paraguas de ‘cultura urbana’, como en vanguardias artísticas, se cometen muchas tropelías. Pero sí tengo muy claro que destrozar una cristalera es una gamberrada que merece la mayor de las reprobaciones. Ahora bien, revestir de creatividad un muro impersonal, dotar de alma una esquina olvidada o plasmar originalmente un pensamiento en una tapia es un alegato en pro de la estética que también merece el mayor de los respetos.

'El día que la mierda valga algo, los pobres nacerán sin culo' (García Márquez)

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