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jorgepastor2000

Patadón y tentetieso

¿Tragedias evitables?

Los rayos del sol penetran tímidamente por la ventana. Me asomo. En efecto, parece que el cielo está despejado. Y es que llevamos una semana sufriendo la severidad de un tiempo bastante desagradable. Fríos polares, lluvias torrenciales, granizos del tamaño de una pelota de ping-pong, rachas de viento cercanas a los 90 kilómetros a la hora. ¡Qué pequeñitos e insignificantes somos cuando la naturaleza reivindica su supremacía! Este largo acueducto de la Inmaculada y la Constitución me ha tocado cubrir para el periódico los efectos del temporal. Las noticias se sucedían con la misma velocidad que el aire. Inundaciones en Villanueva de la Reina, desalojos en Andújar, autovías cortadas y, lo peor de todo, un hombre de 31 años que muere fulminado por un relámpago que penetró en el interior de un cortijo.

‘Las cosas pasan y pasan’. Siempre se ha acudido a aforismos de este pelo, bastante simplistas, para explicar lo que tiene difícil justificación. Cuando jarrea como lo hizo ayer por la tarde ¿a quién echamos la culpa? Cualquier responsabilidad se escapa directamente de nuestras manos. Y digo directamente porque indirectamente tengo clarísimo que sí contribuimos a que las hostilidades del clima tengan consecuencias mayores. Primero y principal, porque somos imprudentes. Miren, la meteorología es una ciencia que ha avanzado muchísimo. Los expertos disponen de medios técnicos de última generación -a veces insufientes, me consta- para presagiar con bastante exactitud qué va a suceder. También la prensa aporta abundante información. Pues bien, a pesar de ello, siempre suceden desgracias por una temeraria, e inexplicable, exposición al riesgo.

Pero los problemas se sobredimensionan en muchos casos porque las cosas se hacen mal. Rematadamente mal, diría yo. Un ejemplo de ello, la autovía A-44, que une Bailén con Motril y que también conecta capitales como Jaén y Granada. Las bolsas de agua que se formaron este martes poco tienen que envidiar a cualquier pantano, sin entrar a valorar corrimientos de tierras y laderas desvencijadas que convierten el trazado en un auténtico patatal lleno de baches y cárcavas que acrecientan exponencialmente el riesgo de leñazo cuando las nubes descargan con cierta virulencia. O las miles y miles de viviendas construidas en el cauce de los ríos, con el consentimiento tácito de autoridades que, por intereses que no vienen al caso, hicieron en su momento la vista gorda. O estaciones pluviométricas destrozas por la acción de los vándalos. No voy a seguir porque la casuística sería interminable. Así que sólo queda encomendarse a la providencia y que la próxima vez -que no tardará mucho- no tengamos que lamentar desastres irreparables.

'El día que la mierda valga algo, los pobres nacerán sin culo' (García Márquez)

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