Ya estamos con que la abuela fuma. Ahora resulta que la culpa de que el ‘oro’ verde se venda a precios de ‘hojalata’ es de los periodistas, que somos unos cabrones y osamos decir que esta campaña se rozará récord de producción. Que así es imposible que el aceite de oliva se aprecie hasta esos 2,20 euros que, teóricamente, marcan el umbral de la rentabilidad para la mayoría de los oleicultores. Estos mismos también se cabrean porque informemos de que los vendavales de este puente no hayan afectado a la cosecha, que así poco ayudamos a que la situación mejore. Ya está: hostia al canto y silencio. Pues no. No me sale de las santas narices dar la callada por respuesta por dos motivos. Primero y principal, porque el aforo ni lo hago ni lo publico yo, y tampoco me invento, obviamente, que no haya incidencias en el cultivo. Todas esas valoraciones las hacen otros. Es más, convocan a la prensa para que todo el mundo se entere. Y segundo, porque se me pide que falte a la verdad.
Tengo la inmensa fortuna de tener mi propia agenda, pero hay asuntos que, por su trascendencia, sí requieren de una cobertura en profundidad aunque se trate de fuentes institucionales. Y la previsión de si habrá más o menos aceituna -un cálculo que se hace, teóricamente, a partir de criterios científicos- forman parte de este ámbito. Soy consciente de que el tema es delicado, de que hay muchos olivareros que le están poniendo dinero al asunto y de que determinados mensajes hacen pupa. Pero no pienso que la solución de los problemas pase por cargarse al mensajero. No entro en ese juego.
Tampoco creo que sea muy higiénico que la Junta silencie o maquille los datos porque después la realidad ya se encargará de sacarle los colores a más de uno. Tenemos ejemplos recientes. El año pasado hubo quien insistió hasta la extenuación que las fuertes y continuadas precipitaciones del invierno provocaron un verdadero desastre, que las riadas habían menguado hasta un 20 por ciento las expectativas de recolección, buscando obviamente influir en los mercados. Y después resulta, ya con cifras reales encima de la mesa, que se baten todas las plusmarcas. Qué hago ¿miro para otro lado?