Definitivamente , esta edición de Expoliva, la decimoquinta, va camino de convertirse en la mejor de la historia. Esto no debería ser noticia.Mal iríamos en caso de que no fuera así. Pero sí. Sí conviene destacar los mucho y bueno que está aportando la feria a un sector que está pasando las de Caín y que vive instalado en un pesimismo nada aconsejable cuando la solución pasa por coger el toro por los cuernos. La afluencia de profesionales, que de eso va la película, está siendo más que destacada.Pero también me consta que se está hablando mucho de negocio. Ahora está por ver si esta percepción, bastante generalizada, se materializa en contratos, en pasta gansa, que es la mejor manera de curar las penas –lo de la salud, mejor para la lotería–. No habrá que esperar mucho. La organización, que confiaba en que se generar un movimiento económico de más de 50 millones de euros, está recabando información. El sábado tendremos datos.
Pero, como bien es sabido, Expoliva no acaba y empieza en la actividad expositora. Hay un simposio científico y técnico y también hay un salón del virgen extra. De esto les quería hablar. Pocas, poquísimas oportunidades, hay de catar esencias de paladar tan exquisito como las que se pueden encontrar en el edificio Activa Jaén. Un universo de olores, aromas, matices, colores… que cautiva a propios y extraños. Basta probar, cerrar los ojos y dejarse llevar por la imaginación. ¿Cómo es posible que el aceite sepa a manzana, tomate o alcachofa? No se le den más vueltas, no se caliente la cabeza, no pierda el tiempo inutilmente. Es así. Punto pelota.
Notable alto para Expoliva por ahora. La inercia hará el resto en las próximas cuarenta y ocho horas, cuando el sábado se eche el telón. El aceite de oliva gana, pero también gana la provincia de Jaén, que no saldrá de la crisis mientras el motor de su economía, el olivar, siga paralizado. Hacen falta soluciones y Expoliva las está apotando. Ahora sólo falta aplicarse el cuento.