Nueve de la noche. Máxima concentración. Se aproxima la hora de cierre y hay que emplearse a fondo para entregar las páginas sin demora. La teclas echan humo. Varios frentes abiertos: reportaje de seguimiento ‘veinticuatro horas’ al candidato del PP, entrevista con la alcaldesa, confirmación de que no hay parné para pagar las obras de la fábrica de Dhul… Un periódico calentito. “Aquí hay alguien que quiere hablar con algún periodista”, se oye desde la puerta. Plenamente conciente de que todo se podía complicar un poco más, acepté el envite. “Vale, pásamelo”. Una muchacha, con tono de voz de eso, de chiquilla, me comenta que se iba a celebrar una fiesta sexista y que ella y unas amigas no estaban dispuestas a permitir que se utilizara el cuerpo femenino para atraer clientela. Una historia acojonante, un gesto de esos que gusta narrar a cualquier plumilla. Había que contarlo con pelos y señales. Y así lo hicimos. Los pormenores ya los conocerán. Convocatoria a traves de Tuenti. Un pub que da copas gratis a las chicas que acudan con minifalda. Un cartel en el que Homer Simpson babea mientras le ve las braguitas a una colegiala. Y Margarita y sus colegas que se personan con pancartas en el establecimiento y, sensata y felizmente, el dislate se suspende. No podía ser de otra forma.
Tal y como les he comentado, a mí todo esto me parece fantástico. Varios motivos. Primero y principal porque, aunque muchas veces sólo trascienden las grandes guerras contra la tropelía, hay pequeñas batallas que tienen un significado enorme. Y ésta, desde luego, lo tiene. Nuevamente los jóvenes, ‘esa generación perdida de borrachos y haraganes’, se rebela contra algo tan execrable y repugnante como la cosificación de las mujeres con fines mercantiles. Un recurso facilón que, desgraciadamente, sigue siendo el pan nuestro de cada día en esta sociedad ‘igualitaria’ en la que vivimos. Margarita y sus amigas no estaban dispuestas a permitir tal felonía y vaya si lo consiguieron. Ellas solitas, preparando sus pancartas, redactando folletos, confiando en que unidas lo lograrían. Y además, que ya se encargaron de recordármelo un par de veces cuando me advirtieron de sus sanas intenciones, de una manera pacífica. “Nosotras sólo queremos hablar con el encargado y decirle que las cosas no se hacen así”. Enhorabuena, Margarita and company, sois la hostia, un ejemplo a seguir.
Y ahora está la otra parte, la opinión de los promotores del evento. Y qué quieren que les diga. Más allá de que han metido la pata hasta el tuétano, de que han errado de pleno en el planteamiento del ‘festival’ -pese a recurrir a la excusa fácil de ‘eso es lo que pide la gente’-, estos empresarios supieron estar a la altura de las circunstancias. Dialogaron y rectificaron. Qué más se les puede pedir. Sería injusto que los dilapidaran. Así somos los humanos: hacemos soplapolleces, nos damos cuenta de ello y pedimos perdón. Ahora sólo falta que cuando se denuncien este tipo de saraos, porque Margarita lo hizo el martes ante el Instituto Andaluz de Mujer y el Observatorio Andaluz de la Publicidad no Sexista, la administración, pese a no tener capacidad sancionadora, sea lo suficientemente diligente para actuar antes de y no después de. Todo sería mucho más fácil ¿no creen?