Españoles, la Campa no va a la cárcel. María José Campanario, alias ‘La Campa’, se libra de la trena porque no tiene antecedentes y porque le han caído menos de dos años. Supongo que estarán al tanto, como se supone que lo está ‘toda España’, pero por si acaso se lo resumo brevísimamente. Intentó engañar a la Seguridad Social y le ha salido el tiro por la culata. Si quieren más detalles, no tienen más que poner ‘María José Campanario’ en el Google y hallarán pormenorizadas crónicas sobre el pleito. Yo no tenía ni puta idea -repito, ni puta idea- de quien era la Campa hasta que hace un par de meses la vi entrar en los juzgados de la mano del diestro Jesulín de Ubrique. Sí tenía, sin embargo, frecuentes referencias de ella. Hubo un tiempo, no muy lejano, en que su nombre aparecía cada vez que ponía la tele. Enchufaba el aparato y ahí estaba. Ni Zapatero, ni Rajoy, ni Obama. La Campa, siempre la Campa. Y además, siempre en medio de peleas, broncas y chillidos. Si se repartían hostias, la Campa se llevaba cinco. Toma hostia, toma hostia, toma hostia… La cuestión es que, al final, sin realmente saber nada sobre su vida, obra y milagros, terminé empatizando con ella. Y les confieso que hasta me cayó simpática. Sí, esa extraña simpatía que genera ‘el sometido’. Por muy pérfida y aviesa que sea una persona, nadie se merece tal averno. No sé qué pensarán ustedes…
Ahora la Campa, ya condenada, está recibiendo nuevamente las suyas y las del pulpo. Otra vez está ahí, omnipresente, en la caja tonta, en el centro de la polémica. Tanto es así que esta mañana, sin ir más lejos, una cadena sondeaba a ‘España’ -ahí es ‘ná’- sobre si le parecía justo o injusto que la Campa no fuera al trullo. Ya les adelanto que a las 9,45 horas ‘España’ se decantaba claramente por la segunda opción. Pues nada, españoles, esto es lo que toca. Los ministros del Ecofin se reúnen en Bruselas para analizar las pruebas a la banca y estudiar la fórmula para rescatar a Grecia -tanta ruina no puede ser verdad-. El diferencial del bono español alcanza máximos históricos arrastrado por la falta de confianza en la deuda italiana -otros que entran en el selecto club de los apestados-. Se cumple un año del golazo de Iniesta y del glorioso triunfo de la Campa, digo la Roja, en el Campeonato del Mundo -qué bonito fue aquello-. Se gastan 100 millones de euros en el tranvía de Jaén para luego tenerlo parado -por cierto, faltan días para que el asunto se vuelva en contra del PP-. Sí, españoles, jienenses, granadinos, todo eso da igual. Aquí lo importante es la Campa, el Jesulín y la tal Aída, bautizada como ‘hijo de puta’ oficial del reino por el tal Jorge Javier.
Habrá quien se sienta aludido por todo esto que estoy diciendo. Lo siento pero eso es exactamente lo que pretendía. De hecho, yo soy el primero que me doy por aludido -véase la parrafada que acabo de soltar-. Cuando hablo de mí lo hago desde la perspectiva de ese heterogéneo grupo de ‘españoles’ que, supuestamente, tenemos el alma en vilo por el devenir de la Campa y desde el prisma de periodista absolutamente indignado con que algunos medios de comunicación -me niego a meter a todos en el mismo saco- eleven sistemáticamente la soplapollez a la categoría de problema de Estado. Y que no me vengan con que ‘eso es lo que pide España’. Que sí, que hace falta entretenerse, que hay vida más allá de la crisis, que lo importante es la audiencia, que hay que romper las inercias, que en el verano se lleva lo ‘ligerito’, pero que no lo hagan ‘subnormalizando’ la realidad porque al final todos vamos a acabar absolutamente agilipollados.