Hace un año que ya se escuchaba ruido de sirenas –o de sables, como prefieran–, pero todo el mundo esperaba, quizá de forma un tanto naïf, que aquel señor tan serio de Bruselas no fuera capaz de ejecutar sus ‘perversas’ intenciones. Pero sí. El miércoles ocurrió. El comisario Dacian Ciolos, discípulo aventajado del ínclito Franz Fischler –el que se comía las olivas directamente del árbol– desenvainó su borrador de Política Agraria Común (PAC) y lanzó «hachazos» –dixit la ministra Aguilar– a diestro y siniestro, con la mala suerte de que a nosotros, a los ‘aceituneros altivos’, nos ha cogido de lleno. Zas, zas. Sin piedad.
Lo que ha sucedido es fácil de entender, que no de comprender. Donde antes comían quince ahora lo harán veintisiete. Primer punto importante. A expensas de confirmar que el presupuesto de la PAC se mantenga en los montantes actuales, en torno a los 57.000 millones, somos muchos más para repartir. Si nos atenemos a las matemáticas, y dando por bueno el cuestionable axioma de la igualdad de trato, el quebranto es mayúsculo. Aquí es donde radica el gran problema. Esta especie de ‘tarifa plana’ pergeñada por Ciolos, la misma cantidad para cada hectárea de superficie agrícola de la Unión Europea, otorga similar consideración a un erial que al olivar, a la agricultura improductiva que a la agricultura productiva.
Esta filosofía de tabla rasa es dinamita pura para Jaén y sus 66 millones de olivos. La idea de Ciolos es que el 47 por ciento del montante global de las ayudas sea un pago directo por este concepto. Hasta ahora los olivicultores jienenses cobraban en función de unos derechos históricos adquiridos por las generosas producciones obtenidas entre 2000 y 2002. De ahí sale ese cheque de 430 millones de euros que, allá por octubre, se empieza a ingresar todos los años en la cuenta corriente de los oleicultores, con apremio de efectivo ante el inicio de la recolección. Estamos hablando de entre 600 y 700 euros por hectárea, muy por encima de la media nacional y la autonómica para la generalidad de los cultivos. Moraleja, ‘cuanto más alto estés más dura será la caída’.
Tenemos, por tanto, que el 47 por ciento de las subvenciones se concederían en virtud del ‘todos por igual’. El problema es que el 53 por ciento restante tampoco está nada claro. Por lo pronto, otro 30 por ciento dependerá de lo que se ha denominado como ‘tasa verde’. Los agricultores que no respeten el medio ambiente, o mejor dicho ‘que no respeten el medio ambiente según los criterios de Ciolos’, no olerán un céntimo. Esto también ha sentado fatal por estos lares. La Comisión ha mirado para otro lado. No ha tenido en cuenta que ya, con el sistema actual, la percepción de los incentivos comunitarios por parte de los olivareros está supeditada a unas normas de ecocondicionalidad que marcan las directivas europeas y la propia Ley de Desarrollo Rural. El 23 por ciento restante se emplearía para compensar desequilibrios en zonas con especiales dificultades naturales y para favorecer el relevo generacional en el campo –dos de cada tres titulares de explotaciones tienen más de 55 años–.
Según las primeras estimaciones de las organizaciones agrarias, España perdería en torno al 20 por ciento de los fondos, un porcentaje que se elevaría hasta el 50 por ciento en territorios como Jaén. Estamos hablando de una dolorosa ‘multa’ de 215 millones de euros, un durísimo varapalo para los productores, cuya renta depende en un 30 por ciento de ‘los dineros de Bruselas’. Dentro de tanta penumbra, lo más positivo es que todavía queda mucho partido por delante. El documento de Ciolos no tiene carácter vinculante. Además, son muchos los países que lo rechazan: España, Portugal, Italia, Grecia… y sobre todo Francia –y esto sí son palabras mayores–. El disgusto de los ‘disidentes’ quedará patente en el Consejo de Ministros de Agricultura que se celebrará el próximo día 20 en Estrasburgo. La ministra Rosa Aguilar, que compareció en Jaén este viernes, ya ha anunciado que presentará una «enmienda a la totalidad». «Si Ciolos se propone hacerlo peor, no lo consigue», dijo a los periodistas en tono severo. «O da un paso atrás o lo bloquearemos», advirtió después. Frases que ya están en la hemeroteca y que, a buen seguro, saldrán a colocación durante este duro año de negociaciones en el que Jaén se juega ‘el todo o el nada’.