Ni me acuerdo ya de cuantos meses lleva varado el tranvía. Creo recordar que desde las municipales. El ‘juguetito’, impoluto, aguarda en cocheras mientras los ediles del equipo de gobierno, so pretexto de una herencia envenenada de Peñalver, deshojan la margarita. Lo encendemos, lo apagamos; lo encendemos; los apagamos; lo encendemos, los apagamos. El nuevo mantra del tren. El nuevo ‘chacachá’ del tren. Por ahora gana la segunda opción, la de mantenerlo en vía muerta ‘sine die’. “No pasa nada, antes o después, funcionará”, pensábamos todos. “Maniobras electorales”, agregábamos todos. “Esto se soluciona antes de final de año”, apostillábamos todos. Pero parece que no, parece que el sainete español va camino de convertirse en tragedia griega. Y les digo esto porque, al igual que sucede en Velez Málaga, una de las cuatro o cinco opciones que maneja el excelentísimo y arruinadísimo Ayuntamiento de Jaén es vender vagones y desmantelar los raíles, la catenaria, el césped artificial -lleno de mierda, por cierto- y cada uno de los adoquines milimétricamente colocados durante dos años de angustiosas obras. No me lo he inventado. Ya hay algún edil con mando en plaza que ha hablado del tema en las redes sociales. “¿Preludio de lo que ocurrirá en Jaén?”, dejaba caer en referencia a las intenciones del alcalde de Vélez Málaga.

Hombre, quiero entender que estamos ante lo que en el argó periodístico se llama ‘un globo sonda’. Lanzo la piedra, escondo la mano y espero reacciones. Puede ser. Aunque yo, que soy muy mal pensado, me inclino más por una estrategia de presión hacia la Junta de Andalucía, a la que se está trasladando toda la reponsabilidad con tres argumentos. Primero, ustedes se gastaron 110 millones de euros (18.000 millones de las antiguas pesetas) en algo que supuestamente Jaén no quería. Segundo, ustedes tendrán que soportar, en parte o en su totalidad, el coste de un servicio cuya rentabilidad es menos mil. Y tercero, ustedes piarán lo justo porque me avala una mayoría absolutísima. Mientras tanto, nada más se supo de la oposición municipal. La herida del 22-M sigue supurando.

Abran juego, señores, la mesa se pone caliente. El Ayuntamiento ha lanzado un órdago a la grande. Ahora está por ver si le acompañan las cartas o va de farol. Realmente, ni lo sé ni quiero saberlo. No voy a perder un segundo intentando adivinar qué piensa o deja de pensar Fernández de Moya. Lo que sí tengo clarísimo es que, con independencia de las tácticas políticas, el encabronamiento de la gente va ‘in crescendo’. Más allá del sesgo ideológico que tenga cada cual y más allá del debate sobre la necesidad del puñetero trenecico para Jaén, resulta muy difícil de entender que, en un contexto de crisis salvaje, una inversión de 110 millones de euros -repito, 110 millones de euros- caiga en saco roto. Ni usted, ni yo, ni el vecino del quinto nos hemos caído de un guindo. Cualquier solución es complicada, gravosa y extremadamente jodida. Pero no olvidemos que los ciudadanos echan el voto en las urnas para que le busquen soluciones; no para que le generen problemas.