Se lo resumo muy brevemente en cinco ‘tuits’. Primero, dos solares llenos de mierda. Segundo, el Ayuntamiento, del PP, decide limpiarlos y habilitarlos como aparcamientos. Tercero, Cultura, del PSOE, ordena paralizar las obras porque hay restos de enorme valor. Cuarto, el excelentísimo, del PP, se lo pasa por ahí. Y quinto, la Junta, del PSOE, anuncia que rodarán cabezas. O sea, otro alentador episodio del ‘hostia va, hostia viene’ al que tan acostumbrados nos tienen nuestros prohombres. Todo esto sucedió entre el 14 de septiembre y el 10 de octubre. Ahora estamos a 29 de noviembre. Es decir, que si había alguna posibilidad de que las vasijas iberas estén destrozadas, nos les quepa ninguna duda: lo estarán. Por encima de ellas han pasado excavadoras de cuarenta toneladas, cientos de coches, miles de ruedas y, lo más grave, la absoluta incompetencia de los que se vanaglorian de defender el interés general, es decir las vasijas iberas, y que a las primeras de cambio, con el machete en la boca, les importa ocho que ochenta el interés general, las vasijas y la madre que nos parió.
Hace poco, también en el Twitter, participé en un efímero debate sobre el quehacer de los periodistas. Yo defendía que, más allá de la mayor o menor pericia para comunicar, la canalla debía regirse por el sentido común. Y hubo alguien que, con mucho tino, apostilló “claro que sí, en el periodismo y en la vida misma”. Y es aquí donde recuperamos el controvertido tema de las vasijas. Nosotros, seres humanos, que dialogamos, que tomamos café, que razonamos, que nos reímos juntos y que lloramos también juntos ¿s0mos totalmente incapaces de proteger nuestro patrimonio? Sé que es difícil, pero dejemos al margen por un momento la irresponsable actuación de ‘éste nuestro consistorio’, cuyas buenas intenciones en este asunto son inversamente proporcionales a su nefasta forma de proceder, y centrémonos en unas normas magníficamente redactadas, pero también magníficamente inútiles.
Vamos a ver, si nadie se hace caquita antes, se supone que el ideíllas pencará. Mucho o poco, pero pencará. Aunque el problema no es ése. El problema es que si las cuentas no me fallan, han transcurrido cerca de dos meses desde que la Junta terció. Dos meses en los que, se supone, se haría un puñetero estudio arqueológico para hacer un puñetero “informe de afectación que determine las medidas correctoras que se consideren oportunas”. En castellano derecho, para ver cuantas vasijas se han cargado y determinar si, a la vista de lo que hay en el subsuelo, aquello puede ser un parquin o un erial donde, en efecto, se acumulará muchísima mierda, pero al menos las vasijas, nuestras vasijas, estarán sanas y salvas. La pregunta es ¿cuántos meses pasarán? Mucho me temo que al final el tiempo discurrirá, la memoria colectiva languidecerá y sólo miraremos el futuro “porque es el sitio donde pasaremos el resto de nuestras vidas”, como decía Woody Allen. Y volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar y las pobres vasijas ya no existirán.